La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca

Jornada segunda

Escena XIII

ROSAURA

¡Ojalá no lo supiese!

¡Válgame el cielo! ¿Quién fuera

tan atenta y tan prudente

que supiera aconsejarse

hoy en ocasión tan fuerte?

¿Habrá persona en el mundo

a quien el cielo inclemente

con más desdichas combata

y con más pesares cerque?

¿Qué haré en tantas confusiones,

donde imposible parece

que halle razón que me alivie,

ni alivio que me consuele?

Desde la primer desdicha

no hay suceso ni accidente

que otra desdicha no sea;

que unas a otras suceden,

herederas de sí mismas.

A la imitación del fénix,

unas de las otras nacen,

viviendo de lo que mueren;

y siempre de sus cenizas

está el sepulcro caliente.

Que eran cobardes, decía

un sabio, por parecerle

que nunca andaba una sola;

yo digo que son valientes,

pues siempre van adelante,

y nunca la espalda vuelven.

Quien las llevase consigo,

a todo podrá atreverse,

pues en ninguna ocasión

no haya miedo que le dejen.

Dígalo yo, pues en tantas

como a mi vida suceden,

nunca me he hallado sin ellas,

ni se han cansado hasta verme,

herida de la fortuna

en los brazos de la muerte.

¡Ay de mí! ¿Qué debo hacer

hoy en la ocasión presente?

Si digo quién soy, Clotaldo,

a quien mi vida le debe

este amparo y este honor,

conmigo ofenderse puede;

pues me dice que callando

honor y remedio espere.

Si no he de decir quién soy

a Astolfo, y él llega a verme,

¿cómo he de disimular?

Pues aunque fingirlo intenten

la voz, la lengua y los ojos,

les dirá el alma que mienten.

¿Qué haré? ¿Mas para qué estudio

lo que haré, si es evidente

que por más que lo prevenga,

que lo estudie y que lo piense,

en llegando la ocasión

ha de hacer lo que quisiere

el dolor? Porque ninguno

imperio en sus penas tiene.

Y pues a determinar

lo que ha de hacer no se atreve

el alma, llegue el dolor

hoy a su término, llegue

la pena a su extremo y salga

de dudas y pareceres

de una vez; pero hasta entonces

¡valedme, cielos, valedme!