Peregrinación de Luz del Día, de Juan Bautista Alberdi

Primera parte

II

Quién es Luz del Día

Dice el cuento que aburrida la "Verdad" de vivir en Europa en medio de un mundo de generaciones formadas en los moldes de "Tartufo", de "Gil Blas", de "Basilio", etc., y mortificada por la exhibición de los triunfos insolentes y cínicos pero siempre afortunados de su indigna rival, la "Mentira", personificada en casi todos los papeles de la sociedad europea, no queriendo suicidarse tan joven (¡y es más antigua que Aristóteles y Platón!), la "Verdad" se determinó un día de mal humor a emigrar al Nuevo Mundo, tan lindamente presentado a su imaginación siempre juvenil, por su predilecto amigo, el autor de París en América.

Para viajar con más comodidad y tal vez con más seguridad, determinó viajar de incógnito, como hacen las reinas y princesas, a quienes se creyó con derecho a imitar, en este punto solamente, en su calidad que cree tener de ser más legítimamente que ellas una reina del mundo, aunque destronada y abatida; pero sin perder la esperanza vaga de una restauración posible o de una reivindicación victoriosa. Y sin apercibirse del desmentido que esta ficción daba a su nombre de "Verdad", tomó el nombre presentado de "Luz del Día". Se vistió de mujer, pues podía elegir su traje por no tener sexo, y se dirigió al puerto de Burdeos en busca de un buque y de pasaje para la América en general.

Desconfiada de los geógrafos, a quienes no leía porque los tenía por inexactos, perezosos y lisonjeros de los pueblos, tomó al pie de la letra el título de su guía predilecta "París en América!", pensando que bastaba estar en América para habitar el París de la Verdad; que lo mismo estaba París en la América del Norte, que en la América del Sud; en virtud de lo cual no se fijó mucho en el punto americano de dirección de su viaje.

Mal vestida y mal ejercitada en el manejo del vestido de mujer, porque su costumbre o más bien su instinto, era de andar desnuda, como la Eva de la abstracción, fue tomada en el puerto de Burdeos por los agentes de emigración, como una paisana de los Pirineos; y como llevaba un nombre que parecía español, no vacilaron en procurarla pasaje para un bello país de la América del Sud.