Peregrinación de Luz del Día, de Juan Bautista Alberdi

Segunda parte

X

Dificultades vencidas

-¿Y cuántos meses, o cuántos años serán precisos, para que, según esagran ley, nuestros ciudadanos de cuatro patas marchen, vistan, hablen como nosotros? -pregunta el gallego a Don Quijote.

-Esa es cuestión de ninguna importancia -responde Don Quijote- para la civilización de nuestro pueblo. Que un carnero ande en dos pies o en cuatro patas; que vista algodón, como nosotros, o lleve su colchado natural de lana; que hable muchas palabras o que sólo hable una, siempre será un carnero, mientras conserve su índole de tal. Lo que hace al carnero no es su forma; es su abnegación sin límites; y los dos tercios de la especie humana exceden felizmente al carnero en esta cualidad. Así como es hoy nuestro pueblo, está mejor dispuesto para el orden y progreso que lo están los estados más guerreros de la América del Sud. Más provecho hace al desarrollo de la libertad americana la mansedumbre de nuestros carneros que todo el brío de nuestros tigres en forma de soldados.

"No sé si lo ha notado mi recomendable secretario, prosigue don Quijote: es un hecho que la civilización de Sud-América está representada por los animales mejor que por los hombres; por sus carneros y sus vacas, que le dan sus lanas y sus cueros, en cambio de cuyos productos animales, le da la Europa el de sus manufacturas. El caballo, que puebla sus campos, representa como el vapor, la fuerza motriz, que produce su locomoción y movimiento. Si la civilización tiene por símbolos materiales las vías de comunicación, es un hecho que la comunicación libre y sin huellas determinadas, representada por el caballo, lo constituye un vehículo mil veces más simbólico de la civilización que el 'wagon' del ferrocarril por abundante y económico. Los animales en Sud América hacen el papel de los esclavos en la antigüedad: neutrales en las guerras sociales y políticas, ellos proveen a nuestro sustento, mientras ricos y pobres pasamos nuestras vidas en disputar el poder y la riqueza. El caballo y el buey representan la fuerza motriz en la industria, en que son mejores motores que el brazo del hombre, y casi tan fuertes como el vapor mismo, pues 500 caballos representa la fuerza de un buque de vapor de primer orden. La fuerza motriz es oro, pan, riqueza, vida, civilización. Aquí se perfeccionan los caminos. Al camino de sangre se sustituye el camino de hierro. Solo el caballo que, cual locomotivo de sangre, suprime la pampa y el desierto, se bastardea en vez de mejorar, bajo los gobiernos que se llaman civilizados. Nosotros trataremos al caballo y al carnero como agentes elementales del hombre civilizado; como mitades de nosotros mismos; en una palabra: como a prójimos, estando a la ley de Darwin, más ancha que la ley del Cristo en el sentido del naturalista, ya que no del teólogo."

-Yo no veo más que un peligro en esto, señor -dice el gallego-, y ya nuestra cocinera me lo ha señalado. Como ella ha aceptado la idea de que los carneros son nuestros parientes naturales, su conciencia se ha preguntado si podríamos comer a nuestros semejantes sin incurrir en el vicio detestable de antropófagos.

-Como se comen unos a otros los hombres, y aun los amigos en caso de naufragio, es decir, de suprema necesidad, sin ser por eso antropófagos, dice don Quijote. Pero podremos ir manteniendo el viejo régimen mientras los carneros tardan en tomar nuestra figura y semejanza. En este solo punto, es decir, para satistacer el hambre, iremos manteniendo la idea de que no son hombres, aunque sean ciudadanos.

El gallego saboreó esta solución, sin dejar de observar para sí solo que la moral política de su jefe no era de la primera fuerza; y desde entonces empezó a sospechar que la ambición lo hacía un poco maquiavelista. Todo irá bien, se dijo él, con tal que el precedente no se aplique a mí mismo, en ningún caso extremo.

-Otra objeción me ocurre, señor -dijo él a don Quijote-: estando abolida la pena de muerte por la Constitución, ¿cómo podremos matar a un ciudadano aunque sea carnero?

-Distingamos -dice don Quijote-: está abolida la pena de muerte por delitos políticos, pero no por crímenes privados.

-Para el caso -dice el gallego-, todo viene a ser lo mismo, pues ¿qué crimen puede cometer un carnero?

-Tampoco un propietario lo comete, replica don Quijote, y sin embargo se le quita la propiedad por causa de utilidad pública. Por el mismo principio es lícito expropiar la vida de un carnero por causa de utilidad pública, previa indemnización de su valor.

-¿Y a quién será pagada la indemnización previa de la vida que se quita? -pregunta el secretario.

-Al mismo carnero, naturalmente, dice don Quijote, con abundante pasto, como hacemos con el cerdo que cebamos para matar y comer. Además nos queda otro recurso de alta política, para salvar la moral de la ley, y es el de imputar al carnero algún crimen capital, como sedición o traición, para justificar su muerte necesaria. Buscaremos un buen abogado, que se encargue de ese ministerio, o, lo que es mejor, que un buen abogado, un buen pedante o pedagogo, que amenice la sentencia con su erudición divertida, y adormezca el pánico de los carneros que quedan en capilla.