Peregrinación de Luz del Día, de Juan Bautista Alberdi

Segunda parte

XXIX

Diplomacia y política exterior de Quijotanía

Puesto en este estado el trabajo de la codificación en lo civil, que en realidad no era sino el de la proyección del futuro edificio, los miembros del Gobierno de "Quijotanía", se ocuparon de la diplomacia, es decir, de la vida exterior del nuevo Estado.

-Tan pronto -dijo don Quijote-, como nuestro Estado empiece a llamar la atención del mundo, su soberanía va a ser objeto de codicia para todos los aspirantes a la Patagonia, en cuyo territorio estamos colocados. Felizmente es grande el número de esas aspiraciones. Lo forman la República Argentina, Chile, el Brasil, Inglaterra, y las "tribus indígenas", que habitan la Patagonia y sus adyacencias.

"Nuestra diplomacia tendrá que hacer de sus rivalidades encontradas la piedra fundamental de la independencia de 'Quijotanía'. Empezaremos por buscar nuestro rango natural de estado semisoberano, en el seno de la Confederación Argentina, de cuyo territorio es el nuestro como una mera prolongación geográfica. Si la ambición de esa nación no se contentase con la mitad de nuestra soberanía, la asumiríamos en su totalidad, apoyándonos en la aspiración rival menos interesada, que es la de Inglaterra. Haremos una alianza ofensiva y defensiva con el gobernador de las Islas Malvinas, en previsión de eso.

-Pero no tiene poderes para ello -observó el secretario-. El poder diplomático de las Islas de Falkland (a) Malvinas, está en Londres.

"¿Y qué idea han tenido los ingleses en colocar tan a trasmano el centro de su poder diplomático?" -añadió el secretario.

-¡No importa! Iremos a Londres -dijo Don Quijote-. Irás tú mismo de embajador, y puede ser que la misión te valga de paso un regio casamiento: es decir, un "casamiento internacional".

-¿Con quién? -preguntó el gallego.

-Con alguna hija de la reina, nada menos.

-Si están casadas todas.

-Pues entonces con alguna sobrina.

-Es imposible.

-¿Por qué?

-Porque no soy príncipe, ni tengo sangre regia. A no ser que el señor gobernador se proclamase "Rey de "Quijotanía", y me adoptase como su hijo y heredero de la corona, según hizo "Julio César" con "Augusto".

-La idea no es mala -dijo don Quijote-, y como los "Césares" están vecinos de "Patagonia" al otro lado de los "Andes", no sería difícil que me tomen por uno de los Césares de "Araucania". Si la forma de gobierno es resultado de la voluntad soberana de cada país, tanto derecho tengo de proclamarme "Rey" como "Gobernador", y muy mal entendida sería la modestia del que tomase el título más humilde por el más alto. ¿Quién duda de que me iría mejor el título de "Majestad" que el de "Excelencia" y "Señoría"? Puedes contar que serás príncipe, dijo al secretario, que se aterrorizó al ver cercano y posible aquel enorme y brusco ascenso.

-Yo creo -dijo el gallego- que será mejor mandar una misión preparatoria, de la cual podría ir yo como secretario para ver y estudiar de cerca las cosas y condiciones del gran cambio monárquico, antes de realizarlo.

-¿Y a quién daríamos esa misión? -pregunta don Quijote-. Yo sé bien que si mandamos un carnero será recibido como embajador, y aun hará papel en el mundo diplomático si conseguimos que se tenga en dos pies, que se abstenga de balar y de comer pasto en los parques frecuentados por el mundo elegante. Hablarías tú por él, le harías las notas y discursos y las cartas de excusa para eludir por sistema los convites comprometentes a comidas, bailes y fiestas de todo orden. Pero como no se puede responder de que en un parque de Londres, al ver los carneros que allí apacentan en el musgo, no se ponga a dar gritos de simpatía por esa gente que allá ocupa un rango bien subalterno, mejor será mandar de ministro diplomático a un indio patagón. No le faltará la calidad soberanamente diplomática de no entender ni ser entendido de nadie; y tú tendrás carta blanca para atribuirle cuantos pensamientos puedas recoger de los libros menos conocidos de la diplomacia, sin temor de verte desmentido por él. Gracias a esta calidad podrás ofrecerle algunos diplomas de miembro correspondiente de algunos cuerpos sabios y dar a la prensa con su nombre y como obras de su pluma algunos manuscritos inéditos que podrás comprar a sabios oscuros, que se mueren de hambre. Al prestigio de su ciencia y de su cultura así probada, añadirá en breve nuestro indio el de una probidad incorruptible, pues no habrá cruz, ni condecoración, ni dinero, con que puedan corromper el desinterés de su patriotismo patagón.

-Es verdad -dijo el gallego-, con tal que no le dejemos pasar por frente de alguna talabartería, porque si llega a ver frenos, riendas, cinchas, sillas u otros aparejos de montar a caballo, difícilmente podrá disimular al ojo menos perspicaz su capacidad de entregar diez veces la "Patagonia" entera al primero que le ofrezca un par de cajones de esos artículos.

-No olvidemos, entretanto, dijo don Quijote, que estos serán expedientes extremos de que no echaremos mano sino en el caso de ver desairada nuestra aspiración a tomar el rango de Estado confederado en el seno de la República federal vecina. Ver satisfecha esta aspiración, debe ser todo el objeto de nuestra política semiexterior, por ahora.