Curso Filosófico, de Juan Crisóstomo Lafinur

CUESTIÓN PRIMERA

Desenvolvimiento de la causa primera de toda certidumbre y de todo error

El examen atento de las facultades q. componen la inteligencia de todos los seres sensibles, especialmente la nuestra, nos hace descubrir dos propiedades muy remarcables: la certidumbre de nuestras percepciones actuales y la incertidumbre de sus ligazones con nuestras percepciones pasadas; así ellas deben producir todos nuestros conocimientos y todas nuestras ilusiones, todo el poder y toda la flaqueza de nuestro espíritu. Mas esta ojeada no es suficiente. Es preciso manifestar en detalle como estas dos causas opuestas obran, se mezclan y se combinan; no mas en cada una de nuestras operaciones intelectuales tomadas abstractamente, que en el encadenamiento de nuestros pensamientos y nuestras afecciones en los diferentes grados de nuestros conocimientos, y en los diferentes estados de nuestros individuos.

Es preciso encontrar en la historia de cada uno de nosotros la aplicación de esta teoría y la prueba de su exactitud. Nada nos sería mas fácil si tuviéramos un recuerdo distinto de nuestras primeras percepciones desde los primeros actos de inteligencia, y desde las primeras combinaciones que hemos hecho; mas ninguno se acuerda como comenzó á sentir, á recordar, a juzgar, á querer; cómo ha formado sus primeras ideas, ni cómo ha adquirido la convicción de su existencia y la de los demas seres.

Nosotros encontramos estos conocimientos, estas ideas, y estas operaciones, como refundidas en nosotros y sin un origen preciso. Lo cierto es que todo en nosotros se hace poco á poco, por grados insensibles, y sin una diferencia asignable de un instante a otro.

La causa está no solamente en nuestra organización, mas está en el modo de su acción.

Nosotros nacemos con órganos imperfectos que la sola edad de la vida desenvuelve de momentos en momentos, sin que sintamos los progresos. Al mismo tiempo q. ellos adquieren consistencia, la frecuente repetición de actos los trae gradualmente de un entorpecimiento absoluto á la presteza mas nerviosa. Hablando propiamente desde q. nosotros hemos probado el fenómeno del sentimiento, desde que él ha movido nuestro ser y comenzado nuestra existencia, nada puede presentársenos de nuevo. Todo lo hemos visto y conocido. Esta tabla rasa encierra todo para nosotros.

Lo mas que hacemos después, es probar las modificaciones, las variedades y las consecuencias. Todo esto se hace tumultuaria y fortuitamente, de mil maneras á la vez, sobre todo imperceptiblemente; de suerte que nos hacemos otros, de momentos en momentos, sin tener una consciencia distinta, con mayor razón un recuerdo.

Nos ilustramos así como crecemos, sin percibirlo nunca: como la luz del día se produce á nuestros ojos todas las mañanas sin que podamos distinguir sus grados desde la noche mas obscura hasta el día mas brillante; como la manesilla de un reloj camina sobre nuestros ojos, sin que la podamos ver. Todo lo que se obra de una manera igual, gradual y continua escapa á nuestras miradas, y no se nos manifiesta sino por sus resultados.

Esto es en lo que consiste la dificultad de la ciencia de la inteligencia humana. Está pues en nuestro poder examinar estos resultados, compararlos, analizarlos, descomponerlos, y juzgar como ellos se han producido.

Nosotros no tenemos otras maneras de ser cierto que los movimientos de los astros son el objeto de una impulsación una vez dada y de una atracción constante que se ejercita en razón de las masas, y en la inversa el cuadrado de sus distancias, sino porque estamos seguros que existiendo estas fuerzas, los movimientos serían como los vemos, y que por consiguiente ellas son capaces de producirlos.

Así pues, si nosotros vemos que la certidumbre de nuestras percepciones actuales, y la incertidumbre de su ligazon con nuestras percepciones pasadas son capaces de explicar todos los fenómenos observables en nuestra inteligencia, nos habremos ahorrado el trabajo de buscar otras causas, y tendremos el derecho de dar á estas por las verdaderas.

Ensayémonos hacer sumariamente la historia hipotética de estas dos causas, de las observaciones que hemos hecho sobre la naturaleza de nuestros recuerdos; sobre nuestras sensaciones, sobre las funciones diferentes de nuestras facultades intelectuales, y últimamente sobre la manera que formamos las ideas compuestas.

Yo me supongo, comenzando mi vida, dotado de todos los medios de conocer que ahora tengo. En este estado, no siendo preciso q. yo pruebo esta sensación más bien que aquella, yo me imagino probar una que nos conducirá mas fácilmente á nuestro propósito.

Supongo ser la impresión que resulta del movimiento de mis miembros por la acción de mis músculos. Esta impresión es ciertamente una pura sensación, una idea absolutamente simple esto es, yo la siento pura y simplemente, pues que no puedo juntarla con otra, no habiendo tenido alguna hasta entonces, según la suposición. Ella es cierta: aquí obra solo el primero de los dos principios que hemos asentado, y no hay lugar al error.

Yo ceso de agitarme y la sensación cesa. En este estado de reposo, esta sensación que no existo, y cuyas causas están suspendidas, afecta de nuevo mi sensibilidad, yo siento que ella se reproduce. ¿Cómo se hace esto?

Yo no lo sé, mas ello ciertamente sucede, y esto es lo q. yo llamo memoria.

El recuerdo de que se trata es tan fiel, que representa lo mas que puede ser la sensación dada; pero el no es la mismas sensación: ella no se ha reproducido. Y en el curso presente los músculos motores, los miembros que se habían agitado en la producción de la sensación, están en reposo.

Si él es obra de otra sensación él se probaría con alguna diferencia, porque el acto del reposo debe pasar todo él en el centro cerebral, ó cuando mas tocará alguna parte del sistema nervioso; ello es, que si las sensaciones se reproducen á merced del recuerdo, jamás puede suceder esto con tal exactitud que nos haga consentir que los recuerdos son las mismas sensaciones reproducidas, pues esto no puede suceder física y humanamente hablando.

Sin embargo, este primer recuerdo es en sí mismo una percepción actual y simple; y como tal absolutamente cierta. Mas si yo junto el juicio de q. él es la representación de una impresión anterior, juicio que solo lo constituye un recuerdo, resulta pues una percepción compuesta, y por consiguiente sujeta al error por su relación con una percepción precedente.

Así se puede decir con verdad y sin excepción que toda percepción actual, que toda percepción de relación (todo juicio) tomada aisladamente y en ella misma, está el mismo caso; mas que el sujeto de todo juicio ó toda idea de quien se juzga, debe ser mirada como el recuerdo de una idea anterior, cuyo recuerdo tiene demas que su modelo la idea exprimida por el atributo del juicio; que él es exacto si el atribuir esta encerrado en los elementos de la idea anterior; y que él es inexacto y el juicio falso, toda vez que, este atributo sea incompatible con estos elemento así en general el vicio de todo juicio viene siempre del juicio de un recuerdo que consiste en su relación con ideas anteriores. Volvamos á nuestra hipótesis.

No puede pues un recuerdo, ser la reproducción completa de mi sensación, de mi movimiento; pero yo estoy, precisado á emplearlo como tal en mis combinaciones posteriores, pues, aunque quiera, no puedo reproducir mis sensaciones, y solo juzgar de ellas por un recuerdo. Continuemos. En esta idea de mi primera sensación, que es una imagen muy semejante de ella, yo descubro bien pronto que ella contiene la idea de bondad. Aun hay algunas observaciones que hacer.


Primera.

Que lo que se llama meditación, atención y comparación, no son sino el mismo sentimiento trasformado; porque si todo esto es para mí de ningún efecto, siempre que no resulte un juicio, se sigue que si resulta este juicio, que es para mi una nueva percepción, es un nuevo acrecimiento á los productos anteriores de mi sensibilidad; y yo no debo considerar otra cosa en el fenómeno de que se trata.

Con mayor razón, yo no tengo necesidad de explicar cómo hago mis juicios para asegurarme de que los hago; ni para dar á su exactitud una base sólida, admitir en mí un sentimiento íntimo distinto de todas mis facultades de todos los empleos que yo puedo hacer de mis órganos, ni menos un sentimiento vago de conciencia separado de todas mis afecciones positivas y reales. Si nosotros no conocemos esto que llamamos yo sino por las impresiones; que probamos, él no existe para nosotros (ó nosotros no existimos) sino por estas impresiones, así como nosotros no conocemos los demas seres sino por las impresiones que nos causan y ellos no existen para nosotros sino en estas impresiones. ¿Cómo pues concebir un sentimiento de consciencia en general existente sin relación á alguna cosa, ó en particular, y sin consistir en la conciencia de alguna impresión especial? Esto es evidentemente una abstinación como las formas substanciales que no explican cosa alguna y necesitan de ser explicadas. Decíamos, pues, que juzgando de mi primera sensación, o mas bien, de la idea que yo tengo de que ella es buena, este primer recuerdo es ciertamente semejante á su modelo cual puede serlo.

El no esta expuesto á ser alterado por la mezcla de ideas extrañas (como podrá ser en seguida) pues que yo no tengo otra percepción; así el juicio de q. esta sensación es agradable debe ser justo.

Mas, visto la diferencia necesaria que hemos reconocido entre el recuerdo y la sensación, yo no puedo tener la idea de ser agradable tan vivamente en un caso como la tendría en el otro; y, si hemos de decir de esta sensacion comparativamente á otra, podría ser que yo la juzgase preferible después de ella misma, y no preferible después del recuerdo. Ved ahí el primer paso que nos pone inmediato sino al error, al menos al camino de él; ved ahí también cómo la cadena que constituye la exactitud de nuestras ideas es delicada, y fácil de romper.

Toda vez que yo juzgo de esta percepción agradable, se sigue precisamente el deseo de probarla de nuevo. Este deseo hace recomenzar el movimiento de mis miembros; mi primera sensación renace y cesará en seguida como la primera vez.

Ya las cosas vienen aquí muy variadas. Cuando el recuerdo de esta sensación me viene, él necesariamente es complicado de muchas ideas que no existían la primera vez que él me vino.

Esta, pues, muy expuesto á ser infiel. Si yo juzgo de esta sensación en tanto q. ella existe, lo mismo sucede á la idea que yo puedo tener: ella no es simple, es errónea por precision.

Continuando, yo encuentro que esta sensación ha cesado por el poder de otro ser distinto de mí. Ved ahí como arribo al conocimiento de los demas seres, ó como hago la clasificación del uno que quiere y el otro que resiste.

Así, todas nuestras ideas son complicadas: ellas se componen de ideas anteriores de los seres y sus modos. Ved ahí como crecen infinitamente las dificultados de ligar bien nuestras ideas actuales con nuestras percepciones simples.