Curso Filosófico, de Juan Crisóstomo Lafinur
SOFISMAS
De los signos de institución = del lenguaje
No obstante q. la naturaleza dió al hombre signos diferentes para espresar sus pensamientos y sus pasiones, observamos los infinitos q. tenemos nacidos de una convención arbitraria; pero en los q. no desconocemos algún designio de la naturaleza. El primero es el idioma. Como todas las sensaciones son individuales, es decir, choques y acciones de los objetos sobre nuestros órganos, el hombre tiene con sus signos naturales lo suficiente para darse á entender. El sabe manifestar su placer y su tristeza riendo y llorando y así las demas pasiones. Pero como de las sensaciones nacen ideas primarias y astractas q. son la relación de una sensación comparada con otra ¿cómo podrá espresarlas el hombre á virtud de la sola naturaleza? Ved ahí el nacimiento del lenguage. El gran Locke, cree que los brutos no tienen abstracción, aunque tienen sentidos, pues en la impotencia de formarse una lengua carecen de estas espresiones abreviadas q. multiplican nuestras ideas hasta el infinito. Es el idioma para el espíritu lo que la Estática para el cuerpo: él ayuda sus fuerzas. El entendimiento tiene sus palancas, con cuyo socorro se suspende, apresura y somete á la naturaleza. Si él hace cosas admirables, es menos por las fuerzas q. le son propias q. por el buen empleo con que se sirve de las fuerzas extrañas. Los idiomas en su nacimiento y después de su ilustración han tirado siempre á dar el análisis del pensamiento. Como todo discurso no es otra cosa q. una serie de juicios ó proposiciones, solo á merced del idioma podemos descomponerlo en frases y períodos y dar el lugar correspondiente á cada proposición ya sea principal, subordinada ó incidente. Para descubrir este análisis se nos hace oportuno manifestar las diferentes partes q. componen un discurso de Racine.
Al primer golpe de ojo apercibimos muchas proposiciones diferentes en el discurso predicho, que es el siguiente:
Vuestro ilustre hermano hizo ver la razón sobre la escena.
Ved ahí una proposición á la cual se refieren todos los detalles del renglón siguiente: ellos están destinados á desenvolverla pues q. son la espresion de las proposiciones accesorias q. la modifican. Así cuando Racine dice que Corneille ha hallado un mejor camino después de luchar contra el mal gusto de su siglo, no ha hecho otra cosa q. manifestar la relación de las dos últimas proposiciones con la primera q. él quiere modificar.
Se ve, pues, que en este discurso hai una proposición que se llama principal: vuestro ilustre hermano ha hecho ver la razón sobre la escena. Y dos subordinadas: después de haber encontrado un mejor camino y haber luchado contra el mal gusto de su siglo.
Ahora, pues, una proposiciones hace, ó por otra q. ella desenvuelve, ó por una palabra q. ella modifica, ó en fin, es ella á quien todo el discurso se refiere. Las proposiciones consideradas bajo este punto de vista son necesariamente ó principales ó subordinadas ó incidentes.
Lo que caracteriza las proposiciones principales es q. ellas siempre tengan un sentido acabado, como sucede en la primera proposición de Racine; lo que añade después no es para completar el sentido de ella, sino para desenvolver un pensamiento, del cual esta proposición es parte principal.
No sucede lo mismo en las subordinadas: el sentido queda suspenso é indeterminado sin la espresión de la proposición principal.
Las proposiciones incidentes son aquellas q. sirven algunas veces para llenar el sentido del pensamiento, y otras no. Tomemos el ejemplo de la tercera línea del discurso de Racine: La escena francesa resonó con las aclamaciones que exitaron el Cid y los Horacios.
Bien se vé que esta palabra aclamaciones hace entender alguna cosa, y que las proposiciones incidentes que exitaron etc. acaban el sentido. El mismo Racine dice después: un gran poeta, cuyo sentido no estaría acabado, sino le añadiese -que ha poseído los mas raros talentos.
La análisis descompone el discurso en los juicios o proposiciones de que se forma; á estas en ideas y aun de estas atiende hasta las palabras con q. se espresa. Una espresión q. parece simple porque consta de una sola palabra, es compuesta siempre que equivalga á muchos elementos. Así lo son el adverbio, el pronombre y la conjunción. En efecto, si nosotros juzgamos de la naturaleza de las palabras por las ideas de que ellas son los signos, advertiremos bien pronto q. ellas no deben entrar por elementos de un discurso.
El adverbio es una expresión abreviada que equivale á un nombre, precedido de una preposición. Se dice sabiamente por decir: con sabiduría; mas, por decir, superior en cantidad.
El pronombre es una espresión mas abreviada todavía: él equivale muchas veces á una frase entera pues ocupa el lugar de un nombre que no se debe repetir, y de todas las accesorias que lo modifican. Yo estimo mucho al hombre de quien me habeis hablado y á quien amais; yo le apreciaré siempre. El le es un pronombre empleado para evitar la repetición del hombre de quien, etc. Las conjunciones se usan para ligar las proposiciones y dar un adelantamiento á la ligason: mas claro, es un pasaje de una proposición á otra, pues ella hace volver una afirmación y hace presentir otra: vosotros estudiais y vosotros os intruis.
Creemos haber terminado la instrucción de los principios del arte de raciocinar; entremos en el ejercicio de algunas cuestiones cuya elucidación nos dará la enseñanza de los puntos q. hemos omitido. Sea la primera averiguar en método dialéctico cuanto hemos asentado de las ideas con las solas noticias q. por ahora nos convienen. Este punto lo ilustraremos mejor en la metafísica tratando fisiológicamente de las sensaciones, y relación de los cuerpos orgánicos con los demás seres.