El Gaucho Martín Fierro, de José Hernández

El Payador

En un espacioso rancho

De amarillentas totóras,

En derredor asentadas

De una llama serpeadora,

Que ilumina los semblantes

Como funeraria antorcha,

Hirviendo el agua en el fuego,

Y de una mano trás otra

Pasando el sabroso mate

Que todos con gusto toman,

Se pueden contar muy bien

Como unas doce personas.

Pero están con tal silencio,

Con tanta calma reposan,

Que solo se escucha el éco

De guitarra gemidora,

Mezclado con los acentos

De una voz que melancólica,

Murmura tan dulcemente

Como el viento entre las hojas.

Es un payador que tierno

Alza allí sentida trova,

Y al compás de su guitarra

Versos á raudales brota,

Pero versos espresivos,

De cadencia voluptuosa,

Y que espresan tiernamente

De su pecho las congojas.

Es verdad que muchas veces

La ingrata rima cohorta

Pensamientos que grandiosos

Se traslucen mas no asoman,

Y como nocturnas luces

Al irradiar se evaporan

La fantasia sujeta

En las redes del idioma,

No permite que se eleve

La inspiracion creadora,

Ni que sus altivas álas

Del arte los grillos rompan,

Ni que el instinto del génio

Les traze una senda propia,

Mostrándole allá en los cielos

Aquella ansiada corona,

Que iluminando el espacio

Con su luz esplendorosa,

Vibra un rayo diamantino

Que el númen del vate esponja

Para embeber fácilmente

De su corazon las gotas,

Y destilarlas despues

Como el llanto de la aurora,

Convertidas en cantares

Que vuelan de zona en zona.

¡Y cuántas veces no obstante

Sus desaliñadas coplas,

Sin esfuerzo ni trabajo

Como las tranquilas ondas,

Una á una, dulcemente,

Van saliendo de su boca!

O derrepente veloces,

Penetrantes, ardorosas,

Se escapan como centellas

Y el fondo del alma tocan!

Porque su maestro es

La naturaleza sola,

A quien ellos sin saberlo

A oscuras y á tientas copian.

Así el cantor sin curarse

De reglas que no le importan,

Sigue raudo y caprichoso

Su bien comenzada trova.


CÉLIAR-Alejandro Magariños Cervantes