Peregrinación de Luz del Día, de Juan Bautista Alberdi

Primera parte

XXXII

Otros medios secretos de Basilio

-Usted ha dicho -habla Luz del Día- que usted hace y deshace ministros diplomáticos, y que usted los conserva en sus puestos y los derroca cuando dejan de convenirle. ¿Quiere usted decirnos de qué medios y reglas se sirve para conseguir esas cosas, que son verdaderos prodigios en un hombre que no es soberano, ni presidente, ni ministro de negocios extranjeros, ni escritor influyente, ni banquero, ni ciudadano del país?

-Señora mía, esos secretos no son para revelarse en conversaciones de mero pasatiempo, porque son el pan de quien los posee, y este pan es indigesto para las damas.

-Pero, en fin, ¿cómo son, de qué naturaleza, esos ministros que usted fabrica, cómo se conducen, cómo hacen ellos por su lado, para conservarse en sus empleos? -pregunta Luz del Día.

-Los ministros que son mi obra -responde Basilio- no pueden ser mi reverso. Son al contrario mi fotografía diplomática. Ellos saben que todo el objeto de su misión se encierra en un solo deber: tener éxito; y que el éxito entero de un diplomático, consiste en conservarse en su empleo, aunque haya caído diez veces el Gobierno que se lo dio y el principio que representó su gobierno. Un diplomático no necesita tener principios; le basta tener fines. Su empleo no es el sacramento del matrimonio, y no porque haya muerto la política que lo elevó, ha de ser su viudo. El es la Suiza de su país, es decir la neutralidad en persona respecto de sus partidos; él estará con todos, siempre que todos le dejen estar en su empleo, aunque uno le mande creer que lo negro es blanco, y otro le haga decir que lo blanco es negro. Lo que él debe querer es servir a su país; y como su país se compone de la colección de todos sus partidos, él debe estar por todas las opiniones, por todos los colores, por todas las políticas, con tal que el partido, el color, la opinión, la política que sirve presentemente, estén en el poder y estén con él. Si el empleo tiene sueldo, tanto mejor; si no lo tiene, no por eso dejará de aceptarlo. Aun pagaría una fuerte suma para desempeñarlo sin sueldo, si tal condición fuere necesaria. El dirá que lo acepta por patriotismo; la verdad es que lo acepta por negocio, pues no hay canongía, ni escribanía que dé lo que da una legación al diplomático que sabe explotar los privilegios de su empleo. Por eso es bueno que el diplomático haya formado su carrera de tal, en el comercio, y no en escuelas de derecho.

"El primer cuidado que se debe imponer el diplomático que quiere tener éxito, es decir, perpetuarse en su empleo, es no estudiar ni aprender jota de derecho de gentes. Porque el darse a esos estudios es perder tiempo en cosas subalternas, que son cuando más de la incumbencia de algún oscuro oficial confidencial. Por este oficial se hacen hacer los 'memorándum', los despachos, las notas, los proyectos de tratados (porque el 'secretario' de legación, como el 'ministro', es y debe ser también extraño al conocimiento del derecho de gentes). Por enfermedad u otro impedimento del ministro puede el secretario llegar a ser su sucesor y verse embargado con su instrucción de derecho internacional, para lo que es asegurar su empleo. Como no es el derecho internacional el que lo ha de mantener en su empleo, sino la voluntad del Presidente, son los medios de conquistar esa voluntad lo que forma el objeto de su constante estudio. Estudiar los vicios, los goces, los odios, las manías del Presidente y satisfacerlos y servirlos por una correspondencia asidua; estudiar los flacos de su vanidad y amor propio, las enfermedades de su inteligencia, las pretensiones de su fantasía y halagarlos por trabajos de prensa o de otro género, es de más importancia para asegurar el buen éxito de la misión (que es conservar la plaza) que todos los trabajos y estudios de derecho de gentes, sobre los intereses y necesidades del país en sus relaciones con el mundo exterior.

"Tener un cuidado extremo de ocultar al extranjero los defectos y faltas del país que representa, y negarlos y probar que no existen, cuando se trata de remediarlos y se ofrecen los medios prácticos de remediarlos, es otro de los caminos para facilitar al Presidente la tarea de mantenerlo en su misión como buen patriota; haciendo ver al público que sabe persuadir al extranjero de que su país es el país de las 'Mil y unas noches', en que no hay pestes ni enfermedades, en que nadie muere, en que la tierra produce sin trabajo, y en que los colonos reciben fuertes salarios solo por tomarse el trabajo de comer las frutas, las carnes y los alimentos más exquisitos y abundantes que el suelo ofrece no sólo 'gratis' sino agradecido a los que se toman el trabajo de no trabajarlo. Llenar de estas cosas los diarios de Europa y América, inducir a los inmigrantes a que acudan al país de 'Cucaña', aunque allí se encuentren con la muerte y la ruina, que se les ocultó, eso es probar el verdadero amor a su país, a sus progresos, a su crédito, en la forma más capaz de asegurar para siempre la posesión de un empleo diplomático, en que se encierra todo el éxito de una misión y toda la gloria de una larga y laboriosa carrera diplomática."