Peregrinación de Luz del Día, de Juan Bautista Alberdi
Segunda parte
IX
Plan constitucional de un pueblo de carneros
"Don Quijote dio a su estancia por de pronto el nombre y rango de 'colonia'; a sus animales el de 'colonos', a su gallego el de 'secretario general de Quijotanía', como llamó a su colonia el imitador de Guillermo Penn, y él mismo se dio el título de 'gobernador' de su Pensilvania patagónica. Los peones recibieron el título de 'intendentes', y los colonos fueron clasificados en tres departamentos, a saber: 'homo-ovejas', 'homo-vacas', 'homo-caballos'. El gobierno de la colonia fue democrático-representativo, con un parlamento mudo (por de pronto), en el que cada departamento debía tener un número de votos proporcional al de su población. Los 'homo-ovejas' formaban mayoría absoluta, y teniendo más de la mitad de los votos, ellos hacían la ley. Provisionalmente y mientras no sabían hablar, ni escribir, ni leer, debían hacerlo por ellos, el gobernador y el secretario general constituidos en consejo y parlamento colonial. Las leyes y decretos debían ser dados y promulgados en nombre del pueblo de 'Quijotanía', proclamado soberano y libre por su fundador y libertador. La soberanía debía ser ejercida por el pueblo, en forma de 'plebiscitos', expresados por un 'sí' o un 'no', en contestación a los proyectos interrogatorios propuestos por el gobernador libertador. Al cabo de dos años, la colonia asumiría el rango de estado soberano y libre y se daría una Constitución de tal, definitivamente. Sólo entonces entraría en relaciones con el gobierno nacional de la República, o en caso necesario con los poderes extranjeros."
-Y bien -preguntó Don Quijote a su gallego un día -¿qué piensa mi secretario de esta idea? (porque el genio mismo necesita desconfiar modestamente de sus propios consejos, añadió Don Quijote para sí mismo).
-Yo confieso, señor gobernador, que me gustaría ser secretario de estado aunque fuese de un estado de carneros, pero no veo qué utilidad podamos sacar de este trabajo, y sí veo el inconveniente.
-¿Cuál es? -preguntó Don Quijote asombrado.
-Que se van a reír de nosotros, y nos van a tomar por locos.
-¿Quiénes?
-Las gentes de los otros pueblos.
-¿Porqué razón?
-Por nuestra pretensión de formar un estado político, con animales irracionales.
-¡Candoroso! -dijo Don Quijote- ¿y tú crees que esos otros estados se componen de otra cosa que de animales? Ante todo, permíteme notarte que estás atrasado en historia natural, cuando hablas de animales "irracionales". Ya no los hay, según los sabios modernos, que lo han cambiado todo. Hoy es sabido que todos los animales poseen su dosis de razón y que todo en este punto se reduce a cuestión de cantidad. Así ha invadido la democracia los dominios mismos de la historia natural. Lo que vamos a hacer es la repetición de un hecho, que existe en toda América, por no decir en todo el mundo democrático. No soy yo quién lo dice. El Darwin de la democracia moderna, el mismo Tocqueville, ha dicho estas palabras, que definen nuestra democracia en proyecto, como definen todas las democracias nacientes: "una multitud inmensa de hombres semejantes o iguales... Sobre ellos se eleva un poder inmenso y tutelar, que toma sobre sí solo el encargo de asegurarle sus goces... Este poder es absoluto... No tiraniza, pero estorba, comprime, anonada, embota y reduce, en fin, a cada nación a no ser más que una majada de animales tímidos e industriosos, cuyo gobierno es su pastor." Y esto no es un insulto a la democracia, pues Tocqueville es su apóstol.
"Para mí -dice Don Quijote -lejos de insulto, ése es su mejor elogio, porque una democracia de animales tímidos es una mina de oro amontonado y de poder sin límites, para el que la gobierna. Toda la diferencia que separa el pueblo de 'Quijotanía' de los otros pueblos cuya risa temes, es que los habitantes del nuestro son ciudadanos en forma de carneros, mientras los otros son carneros en forma de ciudadanos. En su conducta política, no lo dudes, todos son semejantes, con esta diferencia, que los nuestros son los más modestos, pues siendo más útiles a la civilización, no tienen ta presunción de los que creen representarla, sólo porque saben ultrajarla a cada paso."
-Pero en todo caso, mi señor -dice el gallego- no se puede negar que los otros carneros saben hablar, leer y escribir, discutir y votar, reunidos en comicios, llevar y ejercitar las armas, en fin, ejercer más o menos bien su soberanía, como si fueran hombres.
-Permíteme hacerte otra advertencia, antes de responderte -dice Don Quijote-. No digas "los otros carneros", porque son tan vanos, que si llegan a saberlo, pueden apalearnos. Para distinguirlos de los nuestros, bastará decir "los otros", o si tú quieres, los "sajones", porque todos los carneros políticos son o se tienen por sajones de origen liberal.
"Tanto mejor si nuestros demócratas de 'Quijotanía', no saben leer, ni escribir, ni hablar. Así ejercerán mejor su soberanía, porque se verán forzados a ejercerla por nuestro conducto, y nosotros la ejerceremos, como es natural, primero en nuestro provecho, y después en el suyo. Para delegarla en nuestras manos, y hacer, a ese fin, sus leyes fundamentales, no necesitan saber más que estas dos palabras: 'sí' y 'no', o si quieres, una sola, un mero 'sí' . El 'sí' de los pueblos modernos es el 'fiat' del 'Génesis' político: ellos hacen la ley, como Dios hizo la luz: con un vocablo. O si quieres una comparación menos adusta, el 'sí' de los pueblos es como el 'sí' de las niñas, que no por ser dictado y repetido automáticamente, deja de ser la ley que gobierna la libertad de toda su vida, de mujeres casadas. Pues bien, ese 'sí', que hace las familias y las naciones, que crea los reyes y los emperadores, que hace las constituciones y los códigos, nuestro pueblo de 'Quijotanía', lo sabe pronunciar del modo más soberano, y tú lo oyes a cada paso, cuando apenas nos divisa, ya nos saluda simpática y respetuosamente, repitiendo 'sí', 'sí', que en su temperamento frío, equivale a '¡bien!' '¡bien!' '¡convenido!' '¡apoyado!'.
-Yo lo he oído mal en ese caso -dice el gallego -pues yo he creído entender que dicen "¡mée!" ¡mée!", que en francés significa "pero", es decir, principio de negación, de disentimiento, de protesta, de resistencia, en una palabra, lo contrario de sí. ¡Cuidado, señor, con no exponernos a un plebiscito negativo, por un error de orejas!
Don Quijote se ríe del candor de su secretario, o más bien de su ignorancia lingüística.
-Tú no adviertes una cosa muy sencilla, y es que, como sajones de origen, nuestros carneros (quiero decir nuestros ciudadanos), hablan inglés, y ese vocablo que te parece "mée", es en realidad, "yes", que en inglés significa "sí". Con la ausencia del país original, nuestros sajones de "Quijotanía", han variado insensiblemente la pronunciación. Como sajón de raza, nuestro pueblo será a la vez libre, gobernable y civilizado. Descendiente de "John Bull", será con propiedad "Juan Lanas", como el "rey lana", será primo hermano del "rey algodón".
-"Gobernable" -dice el gallego- ya lo creo, pues seis perros nos bastan para tener en orden a veinte mil ovejas. Pero necesito que el señor me explique ¿cómo puede ser libre una nación de animales tímidos y desarmados, ni cómo un pueblo compuesto de animales puede ser civilizado?
-Un buen ejemplo, es el catedrático más breve y convincente. La Inglaterra, que es la patria de la libertad, es la patria del carnero por excelencia. Luego el carnero representa la libertad, precisamente porque es manso y desarmado; es decir, porque representa la paz.
-Dispénseme, señor, si me permito una observación respetuosa: ¿no es un león el símbolo de la Inglaterra, en su escudo de armas?
-Sí, pero es de advertir que la Inglaterra no contiene más león que el de su escudo de armas, mientras su suelo está cubierto de carneros. La India, por el contrario, es la patria de los tigres y leones, lo cual no la impide ser la esclava del país de los carneros.
"El león es un animal que ha nacido armado en guerra, y lejos de ser libre, por esa causa, vive al contrario esclavizado en jaulas de fierro. Solo es libre en los desiertos; donde la libertad es inútil. El cordero, al contrario, jamás está encadenado ni enjaulado, y la sola razón de su libertad es que no tiene armas para atacar a la libertad de los otros."
-Pero, yo creo, si no me engaño -persiste el gallego- que el ejército británico, no se compone de carneros y que si no tenemos más soldados que nuestros amables y lanudos ciudadanos, todo enemigo se tendría por feliz de entrar en guerra con nosotros, porque comería buena carne sin trabajo, y tendría buenos colchones en que dormir.
-Yo no niego -dice Don Quijote- la necesidad de que formemos un ejército permanente compuesto de buenos perros, esperando a que nuestros carneros ciudadanos se conviertan en hombres, por la ley de la selección natural, ayudada por nosotros con buenos madurativos.