Peregrinación de Luz del Día, por Juan Bautista Alberdi

Segunda parte

XXVIII

Debates sobre el código

El joven gallego no gustó de este proyecto, o, mejor dicho, no lo entendió; como discípulo que era, con todos los mozos de su edad, de las doctrinas revolucionarias, que tienen por Evangelio el Contrato Social de Rousseau. No gustaba de nada que oliese a "derecho divino". Lo halló tan poco consecuente con las ideas conocidas de don Quijote, en su política americana, que atribuyó ese extraño "factum" a una de esas lecturas que todos los días trastornaban la cabeza del voluble y generoso caballero. Pero se guardó de expresar a su jefe estos motivos de su divergencia en la apreciación de su proyecto. El lo objetó de inadecuado al país, y de contrario a la conocida regla de Solón de acomodar las leyes a la capacidad del pueblo, que debe recibirlas, no a un tipo abstracto de perfección absoluta. Contrariamente a esta regla, el proyecto de Código Civil había sido concebido para hombres civilizados, cuando en realidad estaba destinado a ser ley de un pueblo de carneros, de caballos y de vacas, tal como "Quijotanía". Hechas con respeto estas observaciones, solicitó de su augusto jefe el permiso de someterle un "contraproyecto" de ley civil, que el legislador y libertador podía sancionar o desechar según su soberano albedrío de propietario propiamente dicho.

Autorizado por Don Quijote, que sólo se reservó modestamente la independencia de su opinión y de su acción soberana, su secretario le sometió las siguientes bases de un contraproyecto de Código, que debía redactar más tarde, en una especie de discurso preliminar que damos aquí en extracto.

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