Peregrinación de Luz del Día, de Juan Bautista Alberdi

Tercera parte

III

Se decide Luz del Día a dar una conferencia

Decidida Luz del Día a dar una conferencia pública, para sondear en ella si el pueblo de Sud-América es capaz de oír la verdad en materia de libertad, de comprenderla y de adquirir su costumbre, como ella lo creía obstinadamente, Fígaro se encargó de hacer valer sus relaciones en la prensa para preparar e interesar las simpatías de la opinión. Los anuncios fueron publicados en la forma más capaz de excitar una viva curiosidad, y su efecto fue admirable. Jamás el anuncio de una ópera nueva o de una nueva comedia produjo en la curiosidad de la juventud un interés más vivo. Pero no todo debía de ser color de rosa en la función. Basilio que, como los insectos y los reptiles, habita las cuevas y las rendijas de las paredes, oye y conoce todos los secretos. El supo de antemano que Luz del Día se preparaba a dar una conferencia pública sobre la libertad; y por los canales imperceptibles, que él conoce, empezó a esparcir en la sociedad las especies más capaces de exponer a Luz del Día a la risa y menoscabo del público. Hizo entener que era loca; que sólo reunía a los jóvenes por coquetería, con la mira de seducirlos y explotarlos; que era una aventurera peligrosa, sospechada de los peores hábitos; que era enemiga mortal de Sud-América, y que todo lo que iba a decir era soplado por Fígaro, que la patrocinaba por miras interesadas, poco decentes. El día de la conferencia la sala presentó un concurso imponente por su número, compuesto de oyentes sinceros y benévolos y de otros mal prevenidos y dispuestos a silbar al orador desconocido.

Luz del Día se presentó sin embarazo y sin más cortejo que la imponente sencillez de su semblante, digno y severo, y de su aire inmaculado de verdad y honradez. Su aparición produjo aplausos, pero no sin mezcla de silbidos, que no la inmutaron en lo más mínimo.