Peregrinación de Luz del Día, de Juan Bautista Alberdi
Tercera parte
XIII
La inmigración, que educa y civiliza, no es espontánea en países nuevos
"Pero la América del Sud no tendrá jamás la inmigración que educa, si se atiene a la inmigración espontánea; es decir a la inmigración que viene sin ser llamada. La población civilizada y libre no emigra espontáneamente sino a países libres y civilizados, ricos y seguros. Dejaría de ser civilizada, si obrase de otro modo. Nadie que vale algo emigra espontáneamente para empeorar de condición. Para determinar a la buena población de Europa, a emigrar a países inferiores, es preciso forzar su espontaneidad por incentivos enérgicos, por irresistibles atractivos. Así obró la misma América del Norte con sus primeras inmigraciones europeas, cuando éstas iban a instalarse en países casi desiertos y semisalvajes. Renunció a los estímulos artificiales, cuando su población civilizada se hizo grande, y desde que esta misma grandeza se convirtió en suficiente estímulo.
"La única inmigración espontánea en los países peligrosos que dan frutos sin cultivo, es la mala población, que crece allí por sí misma como la mala yerba: la población de los ociosos, que comen sin trabajo lo que la tierra produce sin cultivo.
"La América antes española, casi toda ella tropical, necesita estimular y provocar las inmigraciones de libertad si quiere sustraer una porción de ellas a la gran corriente espontánea, que las lleva en dirección de la libre Unión Americana, de la libre Australia, de la libre Confederación de San Lorenzo. No debe esperarlo todo de su clima hermoso ni creer que ella lo monopoliza, pues también el hemisferio del Sud protege la aclimatación de la libertad británica en los hermosos climas del Asia del Sud y de la Africa Austral."