Peregrinación de Luz del Día, de Juan Bautista Alberdi

Tercera parte

XXV

También en Norte América, como en la vieja Europa, está la mentira

Fígaro, que conoce a fondo las dos Américas, sin embargo de habitar con preferencia la "latina", por ser menos libre y más favorable para la comedia, que es su esencia y alimento; Fígaro que oyó a Luz del Día llamar a la América del Norte la "América de la Verdad", creyó oportuno disiparla esta ilusión, que podía renovar sus percances americanos. El la previno que incurría en un grande error si reemigraba a la América del Norte, con la esperanza de no encontrar allí a Gil Blas, a Tartufo, a Basilio y Compañía.

-¡Cómo! exclamó Luz del Día, ¿la mentira , la hipocresía, la calumnia, la intriga, tendrían también carta de ciudadanía en la Gran República de Estados Unidos?

-Es la condición dolorosa, pero inevitable, de la libertad y de la civilización, le observó Fígaro. Cuanto más culto y rico es un país, más abunda en él esa mala familia; no abunda por razón de ser más civilizado, ni es más civilizado porque abunda esa familia; sino porque la civilización, como el sol, alumbra para todos, y un país culto no puede abundar en buena gente, sino a condición de contener mucha mala al mismo tiempo.

-Pero, ¿cómo pueden estar a la vez en la América del Norte los mismos sujetos que acabo de ver establecidos en la América del Sud? -pregunta Luz del Día.

Fígaro, entonces, tiene que sacarla de otro error.

-Los sujetos, la dice, a quien usted ha tomado por Tartufo, Gil Blas, Basilio, etc., no son los mismos que en Europa llevaron estos nombres célebres. Son los descendientes y herederos, no solo de sus almas, caracteres y virtudes, sino también de su fisonomía y tipo exterior, por lo cual la señora Luz del Día ha confundido a los hijos con los padres. Multiplicada al infinito la familia en todo el nuevo mundo al favor de circunstancias sumamente estimulantes, naturalmente se ha propagado más en la América del Norte, por ser más rica y más poblada y porque siendo también más libre y más democrática, los pobladores de que hablamos tienen allí mayor rango, más importante posición, mayor influjo en las esferas del Gobierno del Estado. También los Gil Blas y los Basilios estan sujetos, en su desarrollo, a la ley económica de Malthus; ellos se multiplican en proporción de las subsistencias. Donde hay mucha riqueza, mucha libertad, mucha actividad, es también donde la polilla humana y los parásitos de todo género pululan, porque más medran. Ellos pertenecen por su origen y nacimiento a la España de Carlos V, a la España-mundo, a la España del oro, de la gloria, de la poesía, del romance escrito y practicado. Es familia que no brota, sino al lado de la opulencia, como la hormiga viene con el azúcar, el ratón con el queso. Casi son un buen síntoma en este sentido, que se confirma por su abundancia en Inglaterra, en Estados Unidos, en Bélgica, en Suiza y en Francia.

"La presencia, de los hábiles maestros de la buena vida sin trabajo, en el nuevo continente, no es la metempsicosis de la Europa latina en la América latina, sino la transmigración de la vieja Europa en la moderna América. No dominan un mundo, sino un siglo, que abraza los dos mundos, porque representan aberraciones del hombre irregular de todas partes, sea cual fuere su raza, su país, su tiempo.

"Gil Blas no es español, ni francés, ni alemán: es planta de todos los países, como la bribonería. Basilio no tiene patria, es el ciudadano del mundo, vive dentro del globo terráqueo, como el ratón dentro de un queso de Holanda. Esa es su patria... Su pan es su idea, su abstracción, su mito, a condición de comerlo sin trabajo.

"Naturalmente su habilidad y cultura son más o menos grandes según el medio en que nacen y viven. Es natural que un Gil Blas 'yankee' dé lecciones de inteligencia, en su arte, a un Gil Blas de Buenos Aires o del Perú; es natural que un Tartufo sajón sepa alucinar con más habilidad que un Tartufo latino. 1

-Pero, en fin -observa Luz del Día- no porque representen aberraciones generales han dejado de existir en realidad los personajes célebres que fueron en Europa su más elevada personificación. ¿Dónde están, quiero decir, los primitivos y auténticos sujetos que yo he creído reconocer en Sud-América? ¿Dónde están Tartufo padre, Gil Blas padre, y el Basilio genuino y original de la leyenda europea?

-Todos ellos -dice Fígaro- están envejeciendo, decrépitos, caídos en la infancia, en que vegetan bajo la tutela y curatela de sus descendientes, que han dado a su arte tradicional y de familia una perfección que sus maestros mismos no alcanzarían a medir, ni comprender, si volviesen a su edad viril.

Fígaro ofreció a Luz del Día los medios de hacerla ver en su condición actual de "bebés" y de menores a los antiguos y grandes maestros de la mentira; pero ella lo desechó, temiendo que pudiese disminuir su horror por ellos, ante el espectáculo de esa triste incapacidad de la decrepitud, que las leyes del corazón han asimilado, con razón o sin ella, a la simplicidad simpática de la infancia, y que la piedad pudiera asimilar, como las leyes, acordándoles una indulgencia que no merecen.

La verdad es que su pretendida incapacidad, no es tal, sino relativamente a la superioridad inconmensurable que sus descendientes han adquirido en el mundo clásico de la "selección natural" en orden inverso de todo lo que es regla y regularidad. No hay que olvidar que Darwin descubrió en América la ley de la "selección natural".

-Si tal es la realidad de las cosas -dijo tristemente Luz del Día- no me queda otra determinación que la de volverme a Europa.

-Sin esperar, bien entendido -interrumpió Fígaro- que Tartufo, Gil Blas y Basilio hayan desaparecido del viejo mundo.

-Al menos, en Europa -observó Luz del Día- hacen menos papel, tienen menos ingerencia en el gobierno de la sociedad y del Estado y los rangos en que campean, lejos de ser los más elevados, son los más ínfimos y oscuros

-No se equivoque, Luz del Día -dijo Fígaro- a pesar de ser la Verdad misma, con motivo de ser juez en su propio pleito y médico de su propia enfermedad. Los tiempos han cambiado para la Europa. La exaltación creciente de la democracia ha hecho de ella un verdadero "nuevo mundo", que asume cada día los caracteres y condiciones de la misma América democrática y republicana, por la naturaleza de las cosas.

-Sin embargo, siempre habrá más compensaciones y refugios para mí -dijo Luz del Día- cuando no sea sino por la regla de que nadie es profeta en su país, sin duda porque su propio país es el que más conoce a cada uno, y ese conocimiento apaga el prestigio, que deslumbra en lo malo como en lo bueno, con el poder peculiar de lo desconocido.

Fígaro, en su dolor generoso, no encuentra el coraje de disuadirla, y para que el viaje de la Verdad al nuevo mundo no quedase del todo estéril en ensañamiento para el viejo, imaginó recomendar a Luz del Día hacer en el suelo de su reemigración la propaganda de las siguientes verdades, que la experiencia de la vida americana había dado a conocer a Fígaro y que la Europa parecía desconocer del todo.

1 Desde su tiempo Franklin, por la boca de su "Bonachon Richard", llamaba a sus paisanos, tributarios de tres tiranos, peores que el Gobierno metropolitano; la Pereza, el Orgullo y la Locura, los tres principales obreros de la pobreza.
Su famoso discurso del Padre Abraham, contra esos tres dominadores del pueblo americano del tiempo colonial, fue un sermón, que como todo sermón, dejó peores, que antes estaban a los oyentes que más lo habían aplaudido, según lo dice el mismo Franklin.