Peregrinación de Luz del Día, de Juan Bautista Alberdi

Primera parte

X

La mesa industrial de Tartufo

Estando en esto, entra un criado de librea y anuncia que el almuerzo está servido para el señor Tartufo y su visita, abriendo al mismo tiempo las dos grandes puertas de un comedor espléndido.

-Para mí es inútil -dice Luz del Día- porque yo he salido de mi hotel después de almorzar; pero si es compatible para Tartufo comer y conversar al mismo tiempo, yo ocuparé una silla en su mesa mientras él almuerza. ¡Qué espléndido comedor! ¡Qué inmensa mesa! ¿Aquí veo asientos para diez personas?

-Son por lo menos las que comen conmigo diariamente -dice Tartufo.

-¿Luego esto es un hotel privado o una posada?

-Dios me libre de ello.

-¿Luego Tartufo debe estar nadando en riqueza?

-Nada de eso.

-¿Y cómo se explica este banquete diario?

-Eso es lo que voy a explicar bajo la mayor reserva a Luz del Día, que es para mí como mi conciencia misma.

-Es decir que no soy nada para Tartufo, lo cual hace tiempo que lo sé -interrumpió Luz del Día.

-Si yo no tuviera diez invitados en mi mesa cada día -prosiguió Tartufo- yo moriría de hambre y de pobreza. Esta mesa no es la de un hotel; pero lo que gasto en ella es más productivo que el gasto del fondista más especulador. Esto no es una mesa; es un mostrador, en que cada copa de vino es pagada a peso de oro. Pero los convidados no lo saben. Ellos creen recibir una comida, y son ellos los que me la dan. Ellos compran su comida sin apercibirse del precio; porque la pagan indirectamente, como los desechos de Aduana que han pagado el reloj y el traje que llevan puestos. Reciben mi comida como un favor honesto, y naturalmente me la pagan con su gratitud y sus respetos, sin perjuicio de sus invitaciones de reciprocidad. Esta reciprocidad es la de las grandes naciones a las chicas, en sus tratados de comercio: es decir, una palabra dada en cambio de un tesoro. Pero aquí mi comida es la palabra, y la palabra de mis convidados el tesoro. Cada palabra que sale de su boca excitada por mis ricos platos, cada indiscreción que mis vinos hacen caer de sus labios, cada revelación que el calor de la mesa hace producir sin pensarlo, son pepitas de oro, perlas preciosas, chispas de diamantes, que yo recojo y atesoro en mi bolsillo, o mejor dicho en mi "memorándum" que es como un "gran libro" de la deuda pública, en fecundidad de recursos. Porque esas palabras, esas indiscreciones, esas revelaciones tienen siempre sus compradores entusiastas, que no se paran en precios, por la razón natural de que ellos, a su vez, las venden a otros, sin necesidad de ser Tartufos de profesión. Porque en América de "Tartufo, poeta y loco, todos tenemos un poco".

-Gracias a los maestros que América ha recibido de Europa -dijo Luz del Día. ¿Y desde cuándo, en qué época emigró Tartufo a esta América? -preguntó Luz del Día.

-Soy uno de los pobladores desde el siglo XVII, pues las revelaciones majaderas de Molière me obligaron a desertar la Europa bajos las reinados felices de Luis XIV y Felipe II, los Médicis y Maquiavelo, y emigrar como colono a este nuevo mundo de creyentes fáciles, de ilusiones, esperanzas y riquezas. Yo he contribuido como buen vecino a formar las costumbres y caracteres de mucha parte de esta sociedad; con la cooperación eficaz de mis compañeros de emigración, es verdad.

-¿Y quiénes fueron los compañeros de viaje y de emigración de Tartufo en el nuevo mundo? -preguntó Luz del Día.

-Mis conocidos y viejos camaradas de la Europa feudal, Gil Blas de Santillana, Basilio de Sevilla y tantos otros...

-¿Loyola también?

-Vino antes que nosotros y puede decirse que gran parte de Sud-América, es para él lo que "Pennsylvania" para Guillermo Penn.

-¿Y todavía anda por acá?

-Dicen que ha desaparecido, pero yo lo dudo. El hecho es que yo tomo su olor en todas partes, y veo reproducir su sello en cada criatura de mis convidados. Aquí es costumbre decir que sólo el Paraguay ha sido educado por los jesuitas. Toda Sud-América ha sido un Paraguay para los soldados de Loyola. No hay carta geográfica que no lo confirme. En todas ellas están señaladas sus "Misiones". Lo que yo creo es que Loyola, desde su persecución y destierro de los dominios españoles, ha hecho lo mismo que yo; se ha disfrazado, ha cambiado de nombre y de traje, y anda de incógnito como Luz del Día y como su atento servidor. Pero el hecho es que, en una forma o en otra, él sigue gobernando estos países por su influjo, en negocios de Guerra y Hacienda, sobre todo, que son como los dos brazos del Gobierno. Usted sabe que fue siempre aficionado a las tres cosas; a la guerra, como que fue su primera profesión; a la hacienda, por su ardor de grandes empresas; y al gobierno, que era su afán de poseer y ejercer indirectamente. Así se explica que los que hoy pasan por liberales, no proceden en política sino por los mismos medios de que se servían cuando pasaban por jesuitas.

-¿Quiere decir, que Basilio anda también de republicano liberal en Sud-América?

-Sin duda, pero no se entiende con Loyola.

-¿Y dónde está Basilio?, ¿en qué se ocupa? ¿qué papel hace en esta América del Sud? -pregunta Luz del Día.

-Basilio pasa por italiano, y en esta calidad se roza con las bellas artes, y no se aleja del bello sexo por las naturales afinidades de la mujer con todo lo que es bello. Usted sabe que aunque español de origen, emigró a Roma, y allí se naturalizó italiano. Rossini ha contribuido a poner de moda a Basilio entre el mundo elegante, por el papel amable de calumniador amoroso, que le dio en el "Barbero de Sevilla".

-Usted equivoca a Rossini con Beaumarchais -observó Luz del Día.

-Es verdad, pero debe a Rossini el idioma italiano y el gusto por la música, con que hoy hace su carrera en el gran mundo; su carrera de calumniador bien entendido, de alcahuete, de espía, de intrigante. Se ocupa de negocios de crédito, no para levantar empréstitos, sino para desacreditar a sus comitentes, y hacer imposible los empréstitos, por cuya razón percibe un moderado interés de sus rivales beneficiados. Su oficio para viajar incógnito, en sus expediciones de exploración científica, como él las llama, es "botánica", de que tal vez sabe un poco, por su interés de conocer los venenos vegetales que no dejan rastro en los usos a que él los aplica, para resolver por un precio módico, los conflictos diplomáticos y políticos, en que un hombre es el obstáculo. Se ocupa de todas las libertades de este mundo, menos de las libertades de Italia; sirve a todos los países, menos al suyo; es un "Mazzinista", un "Garibaldino" acérrimo, pero vive de "negrero" al servicio de los dos únicos gobiernos que mantienen la esclavitud de la raza negra en sus dominios.