Peregrinación de Luz del Día, de Juan Bautista Alberdi

Primera parte

XLI

Contacto de Luz del Día con Gil Blas

El contacto entre Luz del Día y Gil Blas, que va a ser muy estrecho en adelante, parecerá extraño, y no es sino muy comprensible. No será de amor, pero como en los contactos de amor, cada parte contraria tendrá su mira, y cada mira será digna de su tenedor: la de Luz del Día será de convertir a Gil Blas a su casto y noble culto, la de Gil Blas será de convertir a Luz del Día a sus máximas de mentira. Especie de matrimonio de razón o de cálculo, habrá entre ellos no coloquios, sino razonamientos, es decir, quimeras de un lado, sofismas del otro.

No tardó Luz del Día en tener de visita a Gil Blas, y la primera visita dio lugar a una larga conversación de que daremos un resumen, por el grande interés moral que encierra.

Luz del Día quiso saber desde cuándo y en qué tiempo dejó Gil Blas la Europa, para establecerse en América.

-Yo he venido el último de los míos, dijo Gil Blas, porque nunca gusté de desmontar selvas salvajes ni guerrear con indios bárbaros. En este punto disentí siempre de Loyola, tan amigo de las misiones, a países salvajes. Yo vivo de la espuma de las sociedades hechas.

-¿Qué le trajo a estos países? -preguntó Luz del Día.

-El instintivo apego a los míos, que andan todos por acá, desde luego.

¿Quiénes son los suyos?

-Es una manera de decir mi tiempo, mi época, mi sociedad, mi gente, en fin, mis ideas, mis gustos. Aquí está el "antiguo régimen de España" que vino como conquistador, y se quedó y vive todavía de incógnito, como yo y mis amigos, desde que la revolución de América, dio en perseguirlo nada más que por apropiarse sus bienes y poder. Vive bajo el disfraz del nuevo régimen. Aquí, como es regular, gobernamos los vencidos a los vencedores; estos "escriben" leyes, pero se rigen de hecho por las que nosotros "hicimos". Sus constituciones son "escritas"; las nuestras son "vivas" y "animadas". Ellos se hacen "yankees, ingleses, franceses", por decretos; pero en realidad se quedan siempre lo que nosotros los hicimos, "españoles". Nuestra vieja España anda aquí de "incógnito", bajo el nombre de "América independiente".

-¿Hace usted entonces en América la misma vida que en España?

-No enteramente. Aquí hacemos la misma vida, pero en otra escala, en otro terreno, en otra forma. Por ejemplo: yo era sirviente en España, y lo soy en América; pero en lugar de ser el sirviente de un cura, de un médico, o de alguna señora más o menos decente, aquí soy el sirviente del soberano. El amo es diferente, pero mi servicio es el mismo. Mi amo es aquí el "Pueblo Soberano". Pero como todos los amos tienen las mismas flaquezas, yo logro los mismos resultados, por los mismos medios, esto es, por la adulación, la lisonja, el engaño, pero con doble facilidad, con dobles provechos.

"Yo sería un tonto, prosigue Gil Blas, en ocuparme en América de las baratijas y fruslerías, que absorbían mi vida en Europa. Aquí donde todos tienen acceso al honor de servir al Gobierno en los más altos empleos, a la sola condición de no saber desempeñarlos, yo sería un estúpido en ocuparme de adular a curas y a médicos. Me ocupo de lisonjear a mi amo el Soberano Pueblo, que es menos exigente que un simple cura, y paga soberanamente como los Papas Reyes. No hay cosa que no le haga yo creer con tal que sea capaz de halagar su vanidad. Y con tal de contentarle ¿qué me importa saber si el veneno le contenta más que el vino?"