Peregrinación de Luz del Día, de Juan Bautista Alberdi

Segunda parte

XIV

Competencia de la ignorancia para hacer buenos libros. Varias instituciones sociales de Quijotanía

-Conozco -dice don Quijote-, más de un académico que no sólo produce buenos libros a pesar de su ignorancia, sino que su ignorancia es la única razón o causa de sus buenas producciones, puesto que cuanto menos saben, menos intervienen en la composición de sus obras, que escriben como los reyes escritores por medio de sus secretarios.

"Con las luces oficiales, que mantienen la obediencia, daremos también al pueblo de 'Quijotanía', instituciones y leyes que sirvan para agrandarlo, haciendo antes la grandeza de nuestro gobierno. Para hacer de la sociedad una máquina productiva del poder de nuestro gobierno, nos serviremos de un 'Código social o civil', que daremos desde luego a Quijotanía."

-¡Cómo! -observa el secretario- ¿un Código civil y social antes que una constitución política, antes que una ordenanza militar, antes que un reglamento de comercio y de industria?

-Todas estas cosas -dice don Quijote- no son sino ramas accesorias y subalternas del "Código civil"; por mejor decir, son meros capítulos del "Código civil". Formad la sociedad para que sirva a la grandeza del gobierno, es decir, para la guerra, y tendréis formada su ordenanza militar, su constitución política, su iglesia, su industria.

"Tal cual es la sociedad, así es el ejército, así es la iglesia, así es el gobierno mismo. Todo lo que está en la sociedad, está en el Código civil, que es la verdadera ordenanza militar, la verdadera constitución política, el verdadero código eclesiástico, la verdadera ordenanza de comercio.

"Para, construir el edificio social, el Código civil hace todas las piezas, ruedas y resortes de que la sociedad se compone. El hace la 'persona' o rol social del hombre, de la 'familia' que es almáciga de la sociedad, de la 'propiedad' o el patrimonio de que vive la familia; el movimiento de la propiedad o los contratos y testamentos, que hacen circular la propiedad alrededor de toda la sociedad, como el agua que riega todo el huerto.

"Yo hablo a mi secretario con la historia en la mano".

-Ya lo creo -dice el gallego-, porque esas cosas no me parecen inventadas por mi jefe.

-Los Césares de todas las edades -prosigue don Quijote-, que supimos siempre dónde nos aprieta el zapato en hecho de constituir la sociedad de nuestro mando, en el interés de constituir nuestro poder soberano y perpetuarlo, tomamos desde luego a la sociedad entera en nuestras manos y le dimos el molde que convenía al vigor y mantenimiento de nuestra autoridad, organizando de un golpe, por un código social, no solamente la sociedad, sino el gobierno en sus raíces más profundas; el ejército en los gérmenes sociales de su disciplina; la riqueza pública y la pobreza privada en sus manantiales más hondos. Así los emperadores romanos dejaron a la posteridad los "códigos civiles", que perpetúan no sólo su nombre, sino su autoridad, en cierto modo, sin dejar constituciones políticas ni reglamentos militares. Sus imitadores modernos, Carlo Magno, Alfonso de España, Federico de Prusia, el Emperador de Austria, Napoleón I y su inacabable fila de payasos, buscaron la constitución que convenía más al vigor y sostén de su poder en la organización que a ese fin dieron a la sociedad entera por sus códigos civiles que aún viven, no por constituciones políticas, que no han dejado.