Curso Filosófico, de Juan Crisóstomo Lafinur

CUESTIÓN PRIMERA

Continuación del artículo antecedente

Es pues constante que nosotros no conocemos mas que nuestras ideas; y en ellas todo lo que existe, y tienen relación con nosotros; ved ahí la base de toda certidumbre; ella es tal que por este lado somos del todo inaccesibles al error; pero muy pocas de estas percepciones ó ideas son impresiones simples ó directas; á un golpe de ojos se deja ver que su generación sucesiva las hace muy susceptibles de imperfección; y como todos nuestros conocimientos no consisten en otra cosa que en las combinaciones que nosotros hacemos de nuestras primeras percepciones y en las relaciones que descubrimos entre ellas, es fácil de percibir la causa que las dispone el error. Mas esta manera general de reconocer la causa de nuestros errores es insuficiente é incompleta.

Nosotros hemos clasificado nuestras ideas para mejor proceder distinguiéndolas en simples y compuestas. Las primeras son aquellas cuya percepción no exige mas que una sola operación intelectual, y las segundas aquellas á cuya formación se necesitan muchas.

Nuestras ideas simples son nuestras puras sensaciones.

Nosotros no hacemos mas que sentirlas. Nuestras ideas compuestas son las de los seres, sus cualidades, sus modos, sus diferentes clases y especies.

Después de esta consideración advertimos aquellas ideas q. tienen un carácter particular y que distinguimos con los nombres de recuerdos, juicios y deseos.

Analisemos estas cinco especies de percepciones á las que se reduce, todo el sistema de nuestra inteligencia.

Ellas son externas ó internas. Nacen de las impresiones de los cuerpos sobre nuestros órganos exteriores, ó de la acción y reacción de los órganos interiores los unos sobre los otros, ó de los movimientos obrados en el seno mismo del sistema nervioso, ó del centro cerebral. En cualquier caso ellas son el efecto de un acto único de nuestra sensibilidad. Pueden ellas ser el resultado de muchos movimientos combinarlos; mas ellas son siempre ideas ó percepciones simples, modos simples de nuestra virtud sensitiva.

A nuestras sensaciones internas pertenecen las impresiones o maneras de ser, que se llaman comúnmente sentimientos ó afecciones del alma, tales como el sentimiento del gozo, y de la tristeza; de la confianza y del temor; de la debilidad y de la fuerza; de la actividad y de la languidez; el movimiento y el reposo, porque estos son actos simples de nuestra sensibilidad como el sentimiento del hambre, la sed ó un dolor cólico.

Nuestras sensaciones consideradas como ideas simples, son reales y ciertas; no pueden ser susceptibles de error alguno.

Cuando yo pruebo una sensación no es menos cierto que yo la pruebo, que sea ella real en mí, y por mí tal cual yo la pruebo.

Dejase pues ver q. nuestras sensaciones son ciertas; en tanto que consideradas como simples se miran despojadas de toda accesoria. Desde, que nosotros juntamos á la impresión que ellas nos hacen el juicio que nos vienen de tal objeto, de tal causa, por tal órgano, la idea que tenemos es compuesta de esta impresión y del juicio; este es el caso en q. todos estamos, después q. hemos llegado á conocer que existen otros seres fuera de nuestra virtud sensitiva. Ved allí el principio del q. hemos partido y el modo como lo hemos descubierto.

Las ideas de los seres, sus cualidades, sus modos, etc. En los primeros momentos de nuestra existencia, nosotros no sentimos directa ó instantáneamente la idea de un árbol, de un hombre, de una casa, etc., como sentimos una simple impresión de frío, de calor, de sonido y de placer. Sentimos solamente las diversas impresiones que nos vienen de estos cuerpos, y componemos poco á poco las ideas, reuniendo sucesivamente las unas á las otras todas las sensaciones que recibimos á medida que juzgamos que tales efectos son sus causas.

Nosotros formamos la idea de sus calidades juntando á la impresión que nos hicieron el juicio que hizimos de esta impresión. En seguida generalizamos estas ideas de los seres, de sus cualidades y de sus modos, y hacemos las ideas de clases, generos y especies, etc., haciendo juicios que son causas de otras abstracciones y de otras reuniones, y en tantas modificaciones que siguen, va decreciendo la primera idea, pues cada una es diferente de la otra.

Todas estas ideas aunque compuestas son percepciones únicas, como el menor de sus elementos; y ellas son tan ciertas, y tan reales en tanto son sensaciones. Como nuestras ideas las mas simples, es indubitable que ellas existen, cuando nosotros las percibimos.

Lo que solo es incierto es saber si estas ideas son conformes con los objetos de quienes las creemos imágenes.

Si los elementos de que están compuestas como pensamos, si en las diferentes combinaciones que hemos hecho de estas ideas para formar nuevas, no hemos hecho las adiciones y sustracciones que creemos, si ellas tienen verdaderamente las relaciones recíprocas que les suponemos. Bien se deja ver que lo que es necesario para saber, es el examen de los juicios en que se fundan; pero por ahora contentémonos con haberlo establecido.

De cualquier manera que ellas sean, son impresiones actuales que probamos por el efecto de impresiones pasadas, cuya causa no esté presente. Ellas son ideas compuestas, pues se necesita de dos operaciones intelectuales: la una es la de percibir la primera impresión, la otra es la de apercibir su reproducción por un movimiento interno que sigue, y es muy diferente del primero. No es tan esencial á la naturaleza de los recuerdos considerados como impresiones pasadas, pues que son para nosotros impresiones nuevas; y es preciso colocarlos en la clase de nuestras primeras percepciones. Bajo esta consideración, ellos son tan ciertos como ellas: lo único que tenemos que averiguar para no engañarnos, es si ellos son la representación fiel de una imagen anterior. Este es un juicio que nosotros hacemos y este juicio puede ser falso en muchas maneras, según la especie del recuerdo, á quien se junta.

Los recuerdos de las ideas compuestas de la clase de las que acabamos de indicar, los mas son muy susceptibles de ser ciertos. Estas ideas renacen por una operación intelectual casi la misma que aquella por la cual fueron percibidas; sin embargo puede suceder, y sucede con frecuencia, que en su renacimiento adquieran estas ideas algunos elementos nuevos, ó pierdan algunos de los que tenían, sin que nosotros lo percibamos; ved ahí una causa de error. La misma causa de error se encuentra en los recuerdos de nuestros juicios, porque las dos ideas comparadas pueden muy bien no renacer exactamente lo mismo que estaban; por consiguiente el recuerdo del juicio es imperfecto.

El acto intelectual por el cual se recuerda un juicio hecho anteriormente, no es el mismo por el cual se recuerda este mismo juicio: cuando yo digo: De que todos los hombres sean mas ó menos malos, no se sigue ser por naturaleza tales.

Yo no hago este juicio: los hombres son mas ó menos malos. Yo no hago más que recordarlo. Ni ahora está mi espíritu en la misma situación que cuando lo hice; no solamente no tengo las mismas percepciones que entonces tenía, pero ni aun estoy afectado de la misma manera, y jamás podré creer que este recuerdo y el juicio de donde procede, sean dos proposiciones idénticas.

Esto se hace mas claro considerando los juicios como recuerdos de una pura sensación. Casi todas ellas son un dolor ó un placer mas ó menos vivo. Es evidente que el recuerdo de un dolor no es el dolor mismo; es bien diferente, pues si de él reinase algún dolor, entonces dejaría de ser recuerdo y será una sensación actual parecida a la del dolor precedente.

Hablando con propiedad no podemos tener un recuerdo real de una simple y pura percepción; así no podemos jamás por un recuerdo conocer verdaderamente una percepción probada. Los recuerdos no son sino la imagen perfecta de alguna otra percepción; ellos nos la representan en cuanto está ligada a la sensación de algún signo.

Aun es menos seguro el recuerdo de un deseo, pues hay la misma diferencia entro probar un deseo y recordarlo que entre probar una sensación y despertarla. Hay mas en el deseo, pues que él está compuesto de los juicios, al menos implícitos, que se han hecho sobre su objeto, su causa, y sus efectos, cuyo recuerdo está sujeto á los mil defectos que hemos señalado á los juicios.

Nuestra reflexión sigue los mismos pasos.

Todos estamos persuadidos de la diferencia que hay en nuestros raciocinios cuando actualmente somos animados por una pasión, ó movidos por una sensación, que cuando reflexionamos tranquilamente.

De esta análisis deducimos que es casi indistinguible el sentir del pensar; el espíritu del corazón, las impulsiones afectivas de las perceptivas. No hay mas diferencia en estas cosas que un grado mas ó menos de energía y de viveza. Todo es sentir. Cuando nosotros percibimos la idea de un ser, ó un juicio, nosotros la sentimos, como cuando percibimos una sensación ó un deseo. Con esta diferencia q. las percepciones últimas nos dan pena, ó placer directamente, ó por ellas mismas y las otras solamente por sus consecuencias ó circunstancias.

Concluyamos pues que nuestros recuerdos nos inducen á error por los juicios que mezclamos con ellos; pero que ellos son verdaderos y reales, considerados como percepciones aisladas y simples.

Nuestros juicios consisten en percibir la relación de dos ideas, ó mas claro, en percibir que de dos ideas la una encierra á la otra. Estas ideas son compuestas, pues ellas suponen al menos dos operaciones intelectuales: la una la de percibir las dos ideas que son el objeto del juicio, y la otra la de percibir que la segunda es uno de los elementos que componen la primera.

A hablar exactamente no hay juicio que sea falso aisladamente tomado, y en cuanto dice la relación percibido que no es tan real como las sensaciones.

Nosotros demostraremos en lo que consiste la exactitud o falsedad de nuestros juicios cuando acabemos de ver que ninguna de nuestras percepciones es en ella misma suceptible de error; q. cuando ella está inficionada, es en razón de los juicios que se le mezclan; y que en consiguiente de nuestros juicios vienen todos nuestros estravíos, y la diferencia q. hay entre nuestras opiniones y la realidad de las cosas.

Todos los actos mas ó menos enérgicos de nuestra voluntad son ideas compuestas, pues ellos suponen la percepción de una manera de ser cualquiera; el juicio al menos implícito de que esta manera de ser es buena ó mala, y el sentimiento q. sigue de este juicio. Cuando nosotros probamos el deseo, no hay duda que es real y tal cual lo probamos; lo único que nos puede engañar son los juicios q. hacemos sobre los motivos, su objeto y sus efectos.

Este examen circunstanciado nos demuestra – 1º- que nuestras puras ideas simples son absoluta y completamente reales é inaccesibles á todo error; mas que ellas no gozan de este privilegio sino en cuanto se las considera puras, y sin mezcla de todo juicio, y que empiezan á ser sospechosas desde que empezamos á hacer relación de ellas á los seres que nos la causan.

2º- Que todas nuestras ideas compuestas, es decir, todas las que tenemos en el estado y grado en que nos hallamos de conocimientos son tan reales y ciertas como nuestros primeros sentimientos; pero ellas son accesibles al error desde q. mezclamos los juicios por los cuales las consideramos imágenes fieles de las ideas que ellas representan y que en particular nuestros recuerdos son siempre erróneos bajo la consideración de juicios.

Se sigue que ninguno de nuestros juicios tomado en el mismo, abstractamente es falso, ni puede ser falso; pues como juzgar es lo mismo que sentir, esto es percibir la relación de dos ideas, ó mas claro, sentir que de dos ideas actualmente probadas, la una encierra á la otra, es evidente que si no nos podemos engañar en sentir, tampoco nos podemos engañar en juzgar.

Las ideas no existen sino en el espíritu y ellas existen tales cuales las sentimos; en consiguiente una idea encierra evidentemente á otras, al momento en que las juzgamos así, y solo porque las juzgamos así.

Sí yo tengo la idea del oro de no ser líquido, yo pronuncio: el oro no es líquido. Es manifiesto que en mi idea actual del oro entra por elemento la idea de ser infusible é insoluble, y por consiguiente la de no ser líquido. Es claro q. yo tengo mucha razón para pronunciar mi juicio. Resta solamente saber si esta idea es la representación fiel del ser de quien la creo imagen.

Para esto será necesario descomponer las ideas elementales de este juicio de que se formaron, perseguir las relaciones hasta llegar á las percepciones primeras; y entonces estaré seguro de la certidumbre, ó error del juicio q. he pronunciado.