Curso Filosófico, de Juan Crisóstomo Lafinur

CUESTIÓN PRIMERA

Examínase la facultad de sentir como origen de todas las afecciones del alma

Ideas preliminares

Empesaremos por el conocimiento de nosotros mismos sujetando á una análisis, delicada las funciones de nuestro espíritu. Aunque no podamos explicar los infinitos y admirables fenómenos q. la naturaleza nos hace sentir cuando se pone en contacto con nuestros órganos ¿nos será inútil conocerlos? y ¿no podremos averiguar con los socorros del raciocinio la fuentes de nuestras ideas, de nuestras afecciones y de nuestros conocimientos?

Apliquemos á las operaciones del espíritu la regla ajustada del método, resolvamos en sus elementos el gran todo de nuestras ideas, busquemos en ellos lo que somos, y sabremos al menos que no nacimos sujetos á impresiones determinadas como los compuestos de la naturaleza q. vagan á merced de las repulsiones que se los aplican, y atinaremos á señalar los límites á que están sujetas la energía del espíritu y la virtud de los seres que obran sobre él. Daremos por sentado q. solo á la análisis pertenecen averiguar estos fenómenos, porque, á la verdad ¿cómo sin descomponer las sensaciones podremos explicar la determinación de los objetos mas ó menos viva sobre el alma?

¿Cómo entender la ligason de unas sensaciones con otras, y las relaciones de estas con el ser sensitivo y con los cuerpos de quienes procede?

Cómo esplicar los afectos, los deseos, las pasiones q. son otras tantas impresiones que crecieron las mas veces en razones compuestas y complicadas? Cómo sin resolver un pensamiento entreveer las relaciones q. admiten las ideas de que es formado? No hai la menor duda: aplicando sobre nuestro espíritu el método que indicamos, no habremos hecho otra cosa q. ilustrar el raciocinio común con que la naturaleza pone á todos los hombres, como con la mano, en el camino de la verdad. Empecemos á proceder.

Reducidos á sus elementos nuestros conocimientos, lo primero q. advertimos es q. quedan en nosotros ideas simples que precisamente se adquieren y pertenecieron á algún sentido. Ya hemos dicho en otro lugar que un hombre destituido de todo órgano y de todo sentido, sería un ser precisado á estar en entredicho con la naturaleza.

Partimos de este supuesto á observar al hombre en la infancia de su vida y sus conocimientos.

La análisis descompone sus primeras ideas, y nos las muestra como representativas á determinar su entendimiento, y como agradables ó desagradables obrar sobre su voluntad. ¿Cuándo podremos verlo libre de las necesidades á que somete la naturaleza todo lo que respira? El calor, el hambre, la sed, los movimientos de sus órganos, ya naturales, ya determinados por causas que éI no conoce, lo hacen aprender. Estas impresiones, le convienen ó no? Ved ahí sus juicios. Pero estos juicios no tienen siempre una misma conformidad. Los sentidos por donde éI los adquiere pueden engañar y lo engañaban seguramente alguna vez; pero otra nueva impresión lo desengaña, y como hemos dicho antes le impone la necesidad de juzgar mejor. Este contraste, necesariamente llama la atención del alma, de la cual resulta una noción cierta q. es la base de otras de esta especie y un término de comparación ó idea ejemplar que hace esactos y justos los raciocinios.

Sopongamos algunas noticias conducentes á nuestros propósitos. La propiedad de sentir es una propiedad pasiva por la cual el ser sensitivo se siente él mismo, y por la cual él esta asegurado de la existencia, cuando es afectado de sensaciones.

La propiedad pasiva de sentir es radical y esencial al ser sensitivo, porque rigorosamente hablando es él mismo el que siente cuando es afectado.

Esta propiedad no puede resultar de la organización del cuerpo como han pretendido algunos, pues la organización no es el estado primero de la materia, y ella consiste en las formas de q. es susceptible. Es verdad q. en el orden físico nosotros recibimos las sensaciones por medio de los sentidos; pero no por esto hemos de confundir las formas accidentales con las propiedades pasivas radicales de los seres. Las sensaciones no son esenciales al ser sensitivo, porque ellas varían, se aumentan y se disminuyen; lo que es, pues separable de un ser no puede serle esencial.

Las sensaciones no existen en el ser sensitivo mientras lo afecten actual y sensiblemente. Después de la facultad de sentir, conocemos en el espíritu la de percibir: este es el primero y el menor grado del pensamiento.

Las sensaciones antes de considerarse como representativas, esto es, antes de producir la imagen de alguna cosa en el alma, se suponen efectivas, esto es, consideramos en los seres de quienes proceden las cualidades de luz, calor, frío, resistencia; cualidades por las cuales nos son los objetos agradables ó desagradables. Consideradas como representativas de ellas son la imagen de algún objeto. Determinan la (...) á la alma, como unida e indivisible del objeto de quien procede. Esa es la razón porque el Dr. Locke llama á estas ideas representativas, ideas de extensión y de continuidad. De lo dicho se infiere q. no hai sensación alguna representativa q. sea simple, pues ella ha de envolver necesariamente á la idea de un objeto las de sus cualidades, por la q. es afectible.

Hemos desenvuelto en un instante el gran sistema de las ideas y de las sensaciones.

Vamos ahora á averiguar si todo acto espiritual depende forzosamente de la facultad de sentir, emprendiendo el examen de las operaciones del alma una por una y reparar las relaciones q. tienen los sentidos, el ser sensitivo y los objetos.