Curso Filosófico, de Juan Crisóstomo Lafinur
CUESTIÓN PRIMERA
Objeciones y respuestas
Argumento primero. El alma tiene ideas de objetos q. no están sujetos á la facultad de sentir, luego. Pruébase la proposición: las abstracciones de las cosas, como q. carecen de cualidades corpóreas no pueden sentirse ¿cómo es que el alma tiene ideas de ellas? ¿Cómo de la bondad, justicia, esencia, etcétera? ¿Cómo de los seres espirituales?
Respuesta. Observando los objetos sensibles, nosotros nos elevamos naturalmente á objetos q. no están bajo el imperio de los sentidos por relaciones sensibles y físicas. La análisis va á demostrarlo.
El movimiento de los cuerpos es un efecto q. tiene una causa. Esta causa existe, y aunque mis sentidos no la perciban yo le llamo fuerza; pero el haberle dado nombre no me la hace conocer mejor, y yo no sé mas ahora q. lo q. sabía antes, esto es q. el movimiento tiene una causa q. yo no conozco; pero puedo hablar de ella, y la juzgo más ó menos obradora siguiendo al movimiento q. produce, y yo la miro sin conocerla conociendo solo el efecto.
El movimiento se hace en el espacio y en el tiempo: yo apercibo el espacio viendo los objetos sensibles q. lo ocupan, y yo apercibo la duración por la duración de mis ideas, de mis sensaciones. Pero yo no veo nada ni en el espacio ni en el tiempo. Si yo los mido é igualmente al movimiento y a la fuerza q. lo produce, se sigue q. esto es un resultado de las relaciones q. tienen entre sí, porque hallar relaciones de un ser á otro y medirlo, es una misma cosa.
Yo no puedo dar nombre á aquello de que no tengo una idea.
La palabra fuerza lo convence.
Sujetando á la análisis los efectos sabemos conocer las causas? porque á virtud de este método no podremos adquirir el conocimiento de todas las cosas abstractas por sus relaciones. Se preguntará con pifia: ¿qué color es la virtud? qué sabor tiene el vicio? Yo responderé q. la virtud consiste en la habitud de las buenas acciones, y el vicio en la habitud de las malas y que estos hábitos son visibles.
Mas, ¿la moralidad de las acciones es una cosa q. obra sobre nuestros sentidos? Por qué no? Esta moralidad está únicamente en la conformidad de nuestras acciones con las leyes; estas acciones son visibles, y las leyes lo son igualmente, pues que ellas son convenciones q. los hombres libres hicieron.
De Dios y de todos los demas seres espirituales tenemos la idea de una causa q. no conocemos bien, y que apenas la distinguimos por sus relaciones, y es para mí el Universo, su orden admirable, para elevarme sobre todas las causas sucesivamente y reconocer la primera, lo q. el movimiento en un cuerpo efecto de una causa q. no conozco bien pero que sé darle nombre, mensurarla y distinguirla de las demas.
Argumento segundo. Reducidas todas las operaciones del alma á la facultad de sentir, se sigue quedar el alma desnuda de energía y virtud; pues si aprender es sentir, amar es sentir, etc. Nada hace el alma, todo lo hacen los objetos q. obren sobre ella.
Respuesta. Sea, dice el inmortal Locke, q. nosotros nos elevemos hasta los cielos, sea q. descendamos hasta los abismos, nosotros no nos surtimos de nosotros mismos: es en nuestras sensaciones solamente donde encontramos el origen de nuestros conocimientos y de todas nuestras facultades.
Cuando decimos q. la facultad de sentir es la primera del alma, se le ha considerado ocupada en el destino para q. fué creada. ¿Qué pensamiento puede sacar de sí cuando hemos probado que todos le vienen de los sentidos? Pero, para en sentir solamente su ejercicio? De ningún modo: dos pensamientos que la exiten bastan para ejercitar su energía natural; ella sabrá compararlas ó aprenderlas á su vez, y surtida de estas ideas entrará en ejercicio de las ideas relativas, mas ó menos justa sabrá decidir de las sensaciones por sí misma, pero esto no es hacer una idea por su sola virtud. Es el hombre (dice un sabio) en el mundo de sus conocimientos, lo q. es en el de la naturaleza: él puede modificar, descomponer y resolverlo todo, pero jamás podrá hacer un solo átomo, un solo elemento por virtud propia. Este argumento me llama á una discusión importante q. hace la división del poder del espíritu y del de las sanciones. Decimos q. la facultad de sentir es una facultad pasiva y q. lo es la de entender, juzgar, afirmar y deducir, pues q. no son otra cosa q. afecciones del ser sensitivo. Hasta ahora mui poco hemos tenido falsísimas noticias sobre este punto y es la lógica escolástica la que no las ha sugerido. El juzgar no es otra cosa que probar dos sensaciones diferentes. ¿Hai acción en el espíritu para no hacer este juicio: la pared es blanca siempre que se le ha representado como tal? Se dirá q. á merced de la imaginación puede variar el juicio, y concebir la pared negra, pero después q. esto último lo hace á virtud de otras ocupaciones, ¿quién duda q. esta operación no mira á las cosas por sus cualidades representativas sino por sus afectivas, y esto corresponde á la voluntad?
Toda acción q. le supongamos al espíritu es por la parte que toca á la voluntad. El acto de comparar una sensación con otra, es voluntario, pues supone interés espiritual, pues en la necesidad de recorrer el espíritu muchas sensaciones y muchos juicios, no puede menos que percibirse de sus operaciones y convertirse á sí mismos.
Pero ¿tiene este requisito el simple discurso? De ningún modo. Cuando yo aseguro que el aire es grave, ya se ha probado la sensación de su existencia y yo tengo q. proceder adelante con relación á mi espíritu para apercibirme de que existe. De donde sigue q. el discurso no es otra cosa q. una análisis de sensaciones compuestas, análisis que cuando empieza y se demuestra esteriormente es recién cuando el espíritu empieza á obrar por su virtud, porque esta operación exige reflexión y comparación.
Objeción tercera. Después de descompuesto nuestro pensamiento y reducidas á individuales nuestras ideas, no encontramos que pertenezca su adquisición á órganos determinados. Un ciego tiene idea de luz pues hablará de ella; idea q. puede ilustrarse con la explicación q. otros le hagan de lo que es este cuerpo. Luego si se puede tener idea de la luz sin tener vista, se puede tener idea de las demas cosas sin la precisa mediación de los sentidos.
Respuesta. Si la idea representativa no es otra cosa q. la imagen del objeto ó el mismo objeto presente al alma, sostener, y con mucha razón, q. un ciego de nacimiento no tiene idea alguna de la luz; hablará de ella; pero su concepto será la imaginación de otra cosa diferente y de la q. él adquirió la idea por otro sentido, y esto no es mas que expresar con el nombre de luz una idea q. verdaderamente no es de la luz. Se lo dirá q. ella es un cuerpo fluído, q. se difunde con celeridad y q. alegra la naturaleza y él citará imaginando la separasión del aire movido por una tormenta, idea la mas ejemplar, y semejante q. él tiene de lo q. dice y q. ha adquirido por sensación bien diferente.
A este propósito viene bien la decisión de los sabios Molyneux y Locke sobre el problema siguiente: Un hombre, dice el primero, destituido desde su nacimiento de la vista, á quien le hicieran tocar un cubo y un globo y se le persuadiera por la sensación del tacto la diferencia de estos dos cuerpos, si después de puestos en una mesa recuperase improvisadamente la vista el ciego y se le mandara q. sin tocarlos decidiera con seguridad cuál era el globo y cuál el cubo, ¿lo podría hacer? De ninguna manera, dicen estos grandes maestros de la lógica. Porque el ciego, aunque sabe por experiencia de qué manera el globo y el cubo afectan su tacto, él no sabe que esta manera corresponde á aquella con la q. se hallan afectados sus ojos actualmente y por la primera vez, y q. el ángulo avanzado de un cubo q. toma su mano de una manera desigual deba aparecer á sus ojos del mismo modo que está el cubo. Es, pues, seguro q. él no tenía idea alguna de lo visible de estar cuerpos, también lo es que no hai analogía alguna entre unas sensaciones y otras, como lo veremos después, y q. por consiguiente por cada una de nuestras ideas debemos forzosamente señalar un sentido.