Curso Filosófico, de Juan Crisóstomo Lafinur

Prefacio al Curso Filosófico

La necesidad de las cosas y el ejercicio natural del espíritu, indujeron al hombre a formar un cálculo a q. lo determinaba el deseo de mejorar su suerte: apenas conoció su existencia con aptitud aun mayor bien de la q. gozaba entró en las miras el deseo de observarlo todo y aplicarlo a su felicidad.

En guerra con la naturaleza, él debía procurarse un asilo contra las injurias: ved ahí el móvil único de sus ideas, de sus invenciones y la causa primera de su ilustración y su filosofía. Con motivos tan inmediatos al hombre, aparece esta ciencia con una antigüedad casi igual á la del genero humano. Pitágoras, uno de los primeros filósofos, definió la filosofía por "el estudio de la sabiduría": era aun mas pomposo el título con que la distinguieron sus predecesores, los cuales identificaban los nombres de sabios y de filósofos.

La filosofía, pues, mirada por los objetos á que se refiere es "la ciencia de todas las cosas ya divinas ya humanas q. componen el universo q. habitamos, deducida de un razonamiento recto. Sobre la historia de su orijen y sus progresos nada podemos asegurar por cierto de lo q. era antes del diluvio universal.

Nosotros apenas alcanzamos á verla en la Astronomía de los Caldeos, poco después del diluvio, sacada de las observaciones de los Persas, de los indios, de los Fenicios, cultivada mejor por los Ejipcios y los habitantes de la Tracia, cuyo preceptor fué Orfeo.

Este fue el origen de la filosofía barbárica, de la resultó la Grecanica que se dividió en varias escuelas según los objetos á q. se aplicaba; pero atendiendo á sus caudillos principales, eran tres sus sectas, á saber, la jónica, la itálica y la eliática. El príncipe de la secta jónica fué Tales, discípulo de Terecides, y uno de los sabios de Grecia.

En sus principios, el agua era el principio de todas las cosas y el mundo era animado por los demonios. A este sucedió Anaximandro, quien adelantó la escuela con el conocimiento de los oróscopos, de la esfera y de la geografía; á este siguieron Anajagoras y Acelao, maestro de Sócrates. Los discípulos mas ilustres de este filósofo fueron Arístico en la secta sirenica, Tedo en la eliaca, Euclides en la megalica, Platon en la académica y Antístenes en la cínica. De esta última recta resultó la etoica cuyas doctrinas enseñaban una moral austera y sublime y tuvo á Zenon por su creador. La secta itánica nacida en el mundo casi á igual tiempo que la jónica tuvo á Platon por su instructor. La geometría, la música y la aritmética eran las facultades de su enseñanza: se sentía de Dios como la alma del Mundo. De ahí trae su orijen el error conocido en la filosofía con el nombre de metemsícopsis, esto es, propagación de las almas de un cuerpo á otro.

La secta eliática tomó este nombre de Elea ó Obelia, ciudad de la Grecia: la ilustraron Zenón, Leupsipio, Demócrito, Eráclito y Epicuro: se llamaba la filosofía de esta escuela, corpuscular, atomística y mecánica, pues establecía q. los corpúsculos, solos eran los principios de todos los cuerpos.

Estaban regularmente adelantadas las escuelas, cuando apareció al mundo literario Aristóteles, natural de Estagira y discípulo de Platon. El levantó su enseñanza en un pórtico ó Lioco, y como diese sus lecciones paseándose tomó la escuela el nombre de peripatética ó ambulatorio.

Él cultivó la lógica, la política, la retórica, la poética y la ética.

Este filósofo ha merecido largas edades en la contemplación del mundo literario: sus doctrinas han gozado de un no sé qué de invulnerables que hasta la mitad del siglo XV, eran las sentencias de Aristóteles los dogmas de la filosofía. La cultura, la experiencia, el entusiasmo mismo de los filósofos, hicieron nacer alentadores contra su imperio: fueron los primeros Bernardino Telecio, Lorenzo Bala, Mario Moho, el cardenal Adrimio, y en Francia Pedro Ramos y Gasendo. (Gassendi).

Con mas felicidad sacudió el yugo de Aristóteles en el siglo XVI Galileo, quien sujetó á puras demostraciones geométricas todas las cuestiones de la física. A este siguió el gran Descartes cuya doctrina se propagó con sequito en la mayor parte de la Europa.

Si es cierto que la doctrina de Descartes es el mejor testimonio de la sutileza y energía; de su espíritu grande y empeñado, con todo, en lo que respectan la física no hay un sistema capaz de satisfacer, y poco habríamos adelantado en esta materia desde el nacimiento de Aristóteles, si la naturaleza no hubiera hecho aparecer al inmortal Newton, ingles de nación, hombre que uniendo á la diligencia del espíritu la perspicacia del genio y la paciencia mas constante, socorrido poco de la literatura de su siglo, nos mostró á la naturaleza sujeta á las leyes eternas desconocidas hasta entonces en la filosofía y desarrollando con la mayor sencillez las causa de los fenómenos q. admiramos. Caló á un golpe de ojos los cielos, nos mostró el curso de los astros, ilustró el sistema de la revolución del mundo y se detuvo con el mayor provecho en el análisis de los elementos: examinó la luz, el sonido, el aire, las plantas y al hombre mismo, con el mayor acierto y diligencia. Todos los sistemas filosóficos sostenidos en las escuelas modernas, hacen á Newton el honor de su príncipe. El sistema neutoniano es el dominante en todas las academias científicas del globo, y este hombre insigne que consiguió mostrar á la raza humana la huella mas segura en el conocimiento de la naturaleza, creemos q. tiene ya sobrepuesto su nombre al tiempo y sus injurias, para q. alguna vez deje de ser respetado en los siglos de la literatura.