Peregrinación de Luz del Día, de Juan Bautista Alberdi
Primera parte
XLVII
Aventura de Gil Blas en casa de Luz del Día
-"Después de la alianza de Basilio- prosigue Gil Blas- otra alianza me es indispensable en mi carrera de escritor: es la alianza de la 'Verdad'."
-¡Cómo! -exclamó Luz del Día -¿De qué puede servir la verdad al que triunfa por la mentira?
-De mucho, de muchísimo. Desde luego, no se puede saber mentir sin conocer la verdad, pues la mentira no tiene poder ni autoridad cuando no se parece a la verdad. En este sentido, soy perfectamente sincero en el alto aprecio que tengo por la señora Luz del Día, y en el verdadero interés con que busco su relación tan útil e indispensable para mí. Necesito conocerla bien, para saber evitarla con más acierto y eficacia; en segundo lugar, necesito conocerla a fondo, para falsificarla a la perfección. No puede hacer un buen billete falso, el que no estudia perfectamente un billete verdadero. ¿Cómo sin conocer a la verdad, se puede componer la mentira de la verdad?
-Pero eso no es lisonjero para mí -observa Luz del Día- y al contrario, me es nocivo.
-No lo es en tanto grado -responde Gil Blas -si la señora Luz del Día quiere compensarse de ello, estudiando por su parte a sus espías, y aprendiendo a conocer a sus falsificadores. La Verdad no puede perder jamás en ser conocida, cuando no tiene aspiraciones al Gobierno.
-Esto se contradice un poco con las máximas que Gil Blas ha emitido otras veces, sobre el riesgo que yo correría en este país, si llegase a ser conocida bajo mi incógnito. Confieso que no puedo creer en los prodigios que Basilio y Gil Blas se jactan de producir por medio de la mentira.
Gil Blas se dispone a partir, porque suena la hora de media noche; pero llueve a torrentes desde hace dos horas y todo hace creer que la lluvia será de toda la noche.
¿Qué hacer? Tomar un cuarto en el hotel para el señor Gil Blas. Pero no le hay, pues el hotel está colmado de pasajeros. Son ya las dos, y la lluvia no tiene aire de calmar. Coche a estas horas es imposible hallar. Aquí hay un sofá bien ancho, dice Luz del Día, en que puede Gil Blas pasar la noche vestido, como en su tienda de campaña, militarmente.
-Pero, ¿qué dirán?...
-¿Qué pueden decir? ni ¿qué importa lo que digan? Usted sabe que en mi calidad de Verdad, yo no tengo sexo, y que con tal que yo esté bien conmigo misma, poco me importa que los otros se engañen en mi contra -dice Luz del Día.