Peregrinación de Luz del Día, de Juan Bautista Alberdi

Primera parte

XVIII

La moral económica de Tartufo

"Como con el dinero, se hace el poder, prosigue Tartufo, y con el poder se hace la verdad, el derecho, la moral (sobre lo cual están de acuerdo protestantes y católicos, el príncipe de Bismark y el príncipe de Maquiavelo), no importa enterrar momentáneamente la moral y el derecho para conseguir el dinero y el poder. Se entierra la moral para reproducirla, como se hace con las papas y el trigo. No es un entierro, es una siembra. Y así como no hay papas nuevas, sin entierro de papas viejas, tampoco hay riquezas ni poder, sin sacrificio o consumo reproductivo de moral y justicia".

-Las máximas de Tartufo me espantan, dice Luz del Día.

-Y yo me espanto del candor suicida de la Verdad, que no quiere aprender a conocerse como la más desastrosa enemiga de sí misma, y la autora exclusiva de sus propios infortunios, dice Tartufo.

-Yo diría que no hay más que un escollo y un obstáculo para llegar al poder y a la riqueza: ese escollo y ese obstáculo es la Verdad, añade Tartufo.

-¿Tartufo me condena a muerte? ¿es mi destierro del mundo lo que pronuncia? Tales doctrinas insultan mi carácter - pronuncia indignada Luz del Día.

-Si la señora Luz del Día, se obstina en ver las cosas con su propia luz, yo la confesaré que no puede seguir en la exposición ingenua, que la he prometido, de la historia moral de mi conducta en América.

-En calidad de confesión del pecado consentiré en escucharlo para conocerlo; pero protestando furiosamente contra él.

-¡Protestar! ¿para qué?

-Para delatar al mundo esas blasfemias en nombres de la verdad.

-No será en este mundo, si Luz del Día quiere no ser exterminada. Yo la hablo en su propio interés. La calidad suprema en que ella ve su mérito es cabalmente la que constituye su crimen.