Peregrinación de Luz del Día, de Juan Bautista Alberdi

Segunda parte

VI

Condición de la libertad en Sud-América, tratada en conversación de Luz del Día con Fígaro

Tartufo no debía estar presente en la conversación que deseaba tener Luz del Día; y Fígaro, previendo esta necesidad, pidió a su interlocutora la indicación del día en que podría él tener el honor de visitarla con ese fin, si ella lo aceptaba, como lo aceptó para la mañana siguiente en casa de Luz del Día.

La conversación de esa mañana fue toda del más vivo interés político. Toda ella versó sobre la cuestión de saber cómo vive la libertad en la América del Sud. Casi en todo el coloquio fue Fígaro quien tuvo la palabra.

-Desde luego -dijo él- no puede pretenderse que la libertad vive en Sud América, sino como vive el que duerme; una vida en suspenso, en una especie de letargo; es la libertad del que no tiene pies, ni manos, ni ojos, ni oídos. El país a quien esa libertad pertenece es libre con esta sola limitación, de no poder usar de su libertad indisputable. La América felizmente no aspira a otra cosa por ahora: le basta para ser feliz, tener idea de que es libre, y tiene razón, porque es la sola libertad de que es capaz por ahora. Con tal que la libertad le pertenezca y sea su propiedad confesada por el gobierno, poco le importa que en realidad otro se la guarde y posea. Esta no-posesión, no es, a sus ojos, un desmentido de su derecho a ser libre. Con tal que la libertad sea exclusiva del pueblo, poco le importa que sea el pueblo el único que no la practique ni posea. No por eso la libertad vive tranquila en Sud-América. Aunque impotente y confinada en la inacción, ella vive disputada por dos clases de enemigos o pretendientes, a saber: los bribones de un lado y los imbéciles de otro. Los unos la explotan so pretexto de servirla, los otros acaban de arruinarla so pretexto de defenderla. El jefe de los primeros, siento decirlo, es nuestro amigo Tartufo; el de los segundos, es nuestro Don Quijote.

"Quijote ha empeorado en América; se ha hecho más loco y menos amable, porque sus aventuras son en otro terreno que dista mucho de la comedia divertida. En Europa tomaba los molinos por gigantes, aquí toma los carneros por ciudadanos libres. Allá daba lanzadas a los odres creyéndoles vivientes; aquí decreta hombres libres, forma municipales, hace legisladores y electores por la mera virtud de sus decretos escritos. En España se creía un héroe, en América se cree un Dios.-'¡Que la libertad sea!' -dice aquí, como el que dijo: '¡Sea la Luz!' -y el loco queda creído que la libertad ha nacido y es un hecho, porque existe su decreto escrito, que la ordenó nacer y existir. Como decreta la libertad, Quijote decreta la victoria, es decir, la fuerza, la inteligencia, el poder superior, el acierto, de que es un efecto la victoria. Todo eso es para él la obra de su palabra; con tal que esa palabra esté escrita en papel oficial y en forma de decreto, la libertad y la victoria son hechos. Al que ha nacido de españoles, y es español de raza, de repente lo decreta inglés o 'yankee', y desde ese día lo tiene como a tal, aunque siga hablando español, viviendo como español, siendo de hecho español de raza, sin entender del inglés ni jota. El suprime la historia del país y la complexión o constitución social, que el país debe a su historia secular, por un decreto en el cual ordena que lo que ha sucedido, no sea lo que ha sucedido, sino lo que ha dejado de suceder. Así él deroga la constitución, o construcción, o forma, o temperamento, o estructura, que el Estado ha recibido de los hechos que forman la historia de su vida, por un mero golpe de pluma; y decreta por el mismo acto para su país de constitución o complexión hispanoamericana, la constitución o complexión de un país de Norte América, que es la obra natural de los hechos que forman la historia angloamericana. Cuando de un ocioso o de un poltrón hace, por un decreto escrito, un municipal inteligente, laborioso y activo, poco le importa que el poltrón siga siendo poltrón, desde que en el decreto escrito, el poltrón existe como un municipal de Inglaterra o de Alemania, en actividad e inteligencia. Peor para el municipal recalcitrante si, conforme al decreto, no arroja lejos su pureza e ignorancia desde el día de su promulgación.

"No hay quién disuada a Don Quijote, de que un decreto escrito no es, por sí solo, una 'institución', es decir, no es un hecho real, sólo porque nadie puede negar que el decreto está escrito, y que es un hecho escrito, aunque no es un hecho vivo. A sus paisanos de origen y raza española, un día les deroga como tales, y en vez de españoles, los decreta ingleses de raza, de temperamento y de educación, desde cuyo momento sus paisanos son verdaderos 'yankees' o sajones, aunque sigan hablando español, viviendo como españoles de origen y ni noción tengan de lo que es inglés o 'yankee'. Otro día los deroga como ingleses y los decreta como suizos; más tarde los reorganiza en belgas, después los reconstituye en alemanes, y por fin, los recompone en viejos holandeses del tiempo de las Provincias Unidas. Quijote cambia la educación, las creencias, los hábitos, el temperamento, el carácter histórico de su pueblo, como cambia el uniforme de los soldados, por un simple decreto. Todo eso lo hace con el aplomo, la sinceridad, la confianza tranquila del que no duda un instante de su poder, de un 'Creador Supremo', es decir, de un Dios que gobierna y dirige. Y cuando una de sus criaturas, formadas por decreto, persiste en guardar la forma y carácter que le dio la intrusa y usurpadora naturaleza, Don Quijote la suprime, en castigo del orden natural sublevado contra el orden legal, escrito y promulgado en debida forma, que es el único orden legítimo. Así queda salvada la institución o decreto que ordenó a la criatura ser lo que no era, matando el derecho vivo para salvar el derecho muerto, que es el meramente escrito; o lo que es igual, negando a Dios para reconocer a Don Quijote. Es necesario leer su ensayo de colonización en Patagonia, para ver hasta dónde ha ido su locura de reformador americano. Pero esto merece capítulo aparte, que yo someteré a la atención de la señora Luz del Día, como parte de los datos noticiosos, que ha tenido a bien pedirme, para preparar su conferencia."