Peregrinación de Luz del Día, de Juan Bautista Alberdi

Segunda parte

XVI

De la población de Quijotanía y su ensanche y progreso

"Aumentar la población es agrandar el Estado, su fuerza, riqueza, su bienestar. Pero en un país despoblado, el poblarlo es sinónimo de hacerlo, de crearlo, de constituirlo. No toda población conviene a este propósito. La población es un bien cuando es un elemento de orden y de gobierno; cuando ella es al gobierno lo que los brazos y los pies son a la cabeza del cuerpo humano. El brazo que piensa, que razona, que sufraga, usurpa el rol de la cabeza, que es la capital del cuerpo humano y silla de su gobierno. En este sentido, don Quijote opinaba que después del carnero no había poblador más útil para un país, que obedece a un gobierno libre, que el hombre salvaje. Dotado de la misma literatura que el carnero, la cual consiste en no hablar, ni escribir, ni leer, el salvaje, como el soldado de un país libre, es esencialmente obediente. Su rol de ciudadano es esencialmente pasivo. Por este modo de ser, jamás puede ofrecer obstáculo ni resistencia a las libertades del gobierno. No puede ser capaz de ambición, ni de oposición, ni de sedición, ni de revolución contra el gobierno, estando desnudo de voto pasivo, ni candidato para puestos elevados en el gobierno. Al contrario, un gobierno libre debe atraerlo como al inmigrado más capaz de colaborar en sus libertades, por su admirable aptitud para ejercer sus libertades de no hablar, de no escribir, de no leer, de no hacer nada sino por intermedio del gobierno, como sus conciudadanos de cuatro patas.

"Felizmente 'Quijotanía' está situada al lado de los manantiales de esa inmigración preciosa que puebla la Patagonia, la Pampa, la Tierra del Fuego, etc. Con atraer a los indios de esos desiertos, la población de 'Quijotanía', quedaría formada en cuatro días de súbditos tan aptos como los carneros para la obediencia pasiva.

"La anexión de los indios traería consigo la de sus tierras, y nuestros dos problemas de vida o muerte quedarían resueltos de un solo golpe o, por mejor decir, nuestros tres problemas, siendo el tercero el de una población ilustrada en el callar absoluto del carnero sajón".

-Pero los indios que quedan en esa parte de América son pocos -observó el secretario-. Aunque los ganásemos a todos, nos traerían con su exigüidad los peligros a que les expone la codicia extranjera, de que sus tierras son objeto.

-A falta de salvajes de la América, desierta, los traeríamos de la Europa poblada -contestó don Quijote, sin la menor ironía.

-Pero ¿hay salvajes en Europa? -preguntó el gallego.

-Cien veces más que en la Patagonia, la Pampa y la Tierra del Fuego reunidas -contestó don Quijote-. La parte más civilizada de la Europa contiene millones de hombres que no saben leer ni escribir mejor que un carnero o que un salvaje de la Pampa. La misma Londres, y París, están llenas de salvajes letrados, que no por saber leer y escribir son menos salvajes que los pehuenches. Poco importa el país de procedencia con tal de que el inmigrado de 'Quijotanía' escriba, lea y hable como un carnero, es decir, que no hable, sino por las manos, por los ojos, por los labios de su gobierno. Más ignorantes que mis pies, no lo serán jamás, y todas mis libertades me serían estériles sin el auxilio de mis pies, que son mis mejores súbditos.

La materia de este capítulo y del que va a leerse es una prueba del cambio que ha producido América en los caracteres de don Quijote y de su escudero, llámese Sancho, o no sea más que un gallego innominado. Se diría que cansado de enderezar entuertos, el inflexible caballero de la Mancha se ha vuelto en América un secuaz servil de los hechos, como para quitarles y apropiarse su poder; Sancho, por el contrario (suponiendo que el gallego sea su metempsicosis), se ha hecho fantástico y visionario, tal vez por emular a su ex patrón del viejo mundo, en la cualidad que ha formado su celebridad. Es una prueba de este cambio de caracteres la divergencia de opiniones que los divide en el debate a que da lugar la discusión del plan y táctica con que deben organizar a "Quijotanía", para poblarla con los salvajes de América y Europa, que, después de los carneros, son los habitantes más capaces de aumentar el poder y el prestigio de un gobierno libre.